Con la invención de la escritura en el llamado Fértil Creciente, alrededor de los ríos Tigris y Éufrates, empezaron a compilarse antiguas narraciones que describían el origen del mundo a partir de un caótico abismo germinal.
Durante el cuarto día de la fiesta de Año Nuevo en el templo de Babilonia se recitaba un poema: el Enuma elish. Este texto (conocido por sus palabras iniciales, que en acadio significan "Cuando en lo alto" manifiesta el interés de la religiosidad sumeria por enlazar sus concepciones teogónicas y cosmogónicas con los orígenes del hombre... Todo este esfuerzo respondía a un claro objetivo: exaltar la figura de Marduk, el rey de los dioses.
El diluvio en la tradición mesopotámica
El mito del diluvio aparece universalmente difundido y, con la excepción del continente africano, encontramos sus vestigios en todas las religiones del mundo. Es probable que catástrofes diluviales auténticas dieran lugar a estos relatos fabulosos, sobre todo si se tiene en cuenta que una de las primeras versiones procede de Mesopotamia, zona afectada periódicamente por las inundaciones de los ríos Tigris y Éufrates.
Casi todos los mitos del diluvio se integran en un ciclo cósmico: después de haber sido creado, el universo envejece, se deteriora. Los hombres se han reproducido de manera desordenada y han entrado en una espiral de decadencia (el mal impera por doquier): es necesario "regenerar" todas las cosas, borrarlo todo y empezar de nuevo. La acción diluvial, por lo tanto, es el resultado de un castigo divino que pretende poner fin a un período de corrupción y aniquilar a la humanidad pecadora. El mundo hasta entonces conocido desapareció bajo el agua, elemento estrechamente vinculado a las fases lunares y poseedor de un carácter purificador. Así pues, las aguas del diluvio no son demoledoras ya que, aunque las formas sean destruidas, las potencias creadoras permanecen intactas para que, cuando cese la mítica tormenta, surja de nuevo la vida.
Aparte detalles menores, estas versiones del mito diluviano son muy parecidas.
Enuma elish
Según el poema, al principio de los tiempos existía una enorme masa acuática de la que surgió la pareja primigenia, Apsu (agua dulce) y Tiamat (agua salada). Ambos engendraron a Lakhmu y Lakhamu, quienes, a su vez, dieron vida a Anshar ("totalidad de los elementos superiores" y Kishar ("totalidad de los elementos inferiores". De la unión de los dos complementarios nació Anu (el dios del cielo). Apsu, añorando el silencio y la quietud previas a la eclosión cosmogónica, se irritó tanto por el jolgorio de las deidades jóvenes que decidió aniquilarlas. Algunas divinidades descubrieron sus intenciones y trataron de impedir que las llevara a cabo. Anu hizo surgir los Cuatro Vientos y creó las olas para perturbar a Tiamat, mientras que Enki (dios de las aguas dulces) adormeció a Apsu y, tras encadenarlo, le mató. Tiamat envió a los dioses un regimiento de criaturas demoníacas y les retó a luchar contra Kingu (poseedor de la Tablilla de los Destinos). Sólo Marduk se atrevió a entrar en combate, pero impuso como condición ser erigido dios supremo.
Tras vencer a sus adversarios y dar muerte a Tiamat, Marduk se convirtió en el creador del mundo. Dividió el cuerpo de su víctima en dos partes: con una construyó la bóveda celeste y con la otra formó la Tierra. Marduk intervino y dispuso las estrellas en constelaciones y configuró los elementos terrestres a partir de los órganos de Tiamat ("hizo fluir de sus ojos el Éufrates y el Tigris", "sobre sus pechos amontonó las lejanas montañas". Posteriormente, con la sangre de Kingu creó al hombre ("para que le sean impuestos los servicios de los dioses y que ellos estén descansados".
Así, tanto el hombre como el mundo participan de una doble naturaleza. Ambos han surgido de una materia demoníaca (el cosmos ha sido creado a partir del cuerpo de Tiamat, mientras que el hombre ha nacido de la sangre de Kingu) y adquieren características positivas gracias a la intervención de Marduk (que ordena el cielo e insufla a los hombres un hálito divino).
La epopeya de Atrahasis
El relato diluvial más completo se conserva en la Epopeya de Atrahasis (Atrahasis fue un rey de la ciudad mesopotámica de Shuruppak).
Según la tradición recogida en esta epoeya, los hombres, creados mil doscientos años atrás, se habían multiplicado y el alboroto que producían molestaba a las divinidades, que los habían creado para poder descansar y ser servidos por ellos. El dios Enlil decidió poner orden entre los humanos, y con este objeto en diversas ocasiones intentó reducir la población: primero envió la peste y después, dos sequías. Pero gracias al sabio Enki (que había enseñado a Atrahasis a combatir con éxito las plagas) la humanidad salió prácticamente indemne de las maldiciones divinas. Molesto con la intervención de Enki, el dios Enlil solicitó ayuda a las demás deidades para provocar un gran diluvio que acabase con todos los hombres. De nuevo el dios Enki salió en defensa del género humano y ordenó a Atrahasis que construyera una nave y se refugiara en ella junto con los miembros de su familia y algunos animales.
Entre tanto, los dioses reconsideraron su decisión ya que si los hombres desaparecían de la faz de la tierra, ellos tendrían que trabajar. Fue de este modo como, pasados siete días y siete noches desde el inicio de la tempestad, hicieron que remitiera la lluvia y Utu (el dios solar) devolvió la luz al universo. Terminada la inundación, y habiendo Atrahasis ofrecido un sacrificio a las divinidades, éstas renovaron la vegetación del planeta, lo repoblaron y recompensaron al valiente soberano con el don de la inmortalidad (An y Enlil le concedieron la "vida eterna, como un dios". Aunque en un primer momento Enlil se enfureció con la renovada presencia humana, al final terminó aceptándola, pero adoptó dos medidas para evitar su crecimiento desmesurado: introdujo la mortalidad infantil e instituyó sacerdotisas a las que prohibió tener descendencia.
En la versión sumeria del mito, el nombre del monarca Atrahasis es sustituido por el de Zisudra, y el benefactor de la humanidad Enki recibe el nombre de Ea.
Otra variante mesopotámica del diluvio aparece en la tablilla número 11 del Poema de Gilgamesh. Como el relato anterior, guarda muchas similitudes con el mito narrado en el Génesis, por lo que se cree que ambas versiones proceden de una fuente arcaica común. Los paralelismos van más allá de la idea esencial que subyace en los textos (necesidad de destruir radicalmente a una humanidad y un mundo degenerados a fin de restituirles su integridad inicial) y se concretan en numerosos detalles.
Poema de Gilgamesh
Otro escrito babilónico fundamental es el poema épico Gilgamesh. Se trata de una compilación de diversos episodios aislados y reinterpretados hace cinco mil años a lo largo de doce tablas de arcilla (el número de tablas corresponde a un orden astrológico) encontradas en la biblioteca de Asurbanipal, en Nínive.
Al principio de la epopeya se enumeran las grandes obras llevadas a cabo por Gilgamesh, rey legendario de la ciudad de Uruk, y a continuación se describe su tiránico comportamiento ("separa a los hijos de sus padres", "no deja a la doncella al lado de su madre"...). Atemorizados por su desenfreno, sus súbditos pidieron a la diosa Aruru (esposa de Marduk y madre del género humano) que creara un contrincante a su medida. Y la divinidad modeló a Enkidu, un "valiente héroe" de apariencia bestial. Tras establecer relaciones con una prostituta, Enkidu perdió sus características animales ("no podía correr como antes, mas su espíritu ahora era sabio, comprendía" y cuando se encontró con Gilgamesh, en lugar de asesinarle, se convirtió en su mejor amigo. Ambos aunaron sus fuerzas para combatir el mal.
El regreso a Uruk les deparó una desagradable sorpresa: Ishtar (diosa de la guerra y el sexo, conocida también con el nombre de Inanna) propuso a Gilgamesh que se casase con ella. El héroe la rechazó despectivamente y la divinidad, humillada, pidió a su padre (Anu) que creara al Toro Celeste para destruir al arrogante Gilgamesh. Tras derrotar al animal con ayuda de su amigo, Enkidu insultó a Ishtar y fue condenado por los dioses, de modo que murió doce días después. Gilgamesh, desolado por la pérdida, tomó conciencia de lo efímero de la existencia y se propuso descubrir el secreto de la vida eterna. Ése sería ahora su único afán.
Como sólo conocía a un hombre que poseyera el don de la inmortalidad (Ut-Napishtim, el superviviente del diluvio), fue en su búsqueda. Después de superar varias pruebas, Gilgamesh se encontró ante Ut-Napishtim, quien le habló de una planta que crecía en el fondo marino y restituía la juventud. El soberano consiguió la planta, pero, en un descuido, una serpiente se la arrebató (por eso este animal "rejuvenece" periódicamente al cambiar la piel).
La epopeya de Gilgamesh ilustra a la perfección la dramática condición humana, definida por la inevitabilidad de la muerte. Su mensaje es concluyente: la búsqueda de la inmortalidad conduce inexorablemente al fracaso.
El héroe Gilgamesh, en su búsqueda de la fórmula para la vida eterna, salió al encuentro de Ut-Napishtim (el superviviente del diluvio), quien le relató los hechos acaecidos durante el aguacero: cómo los dioses decidieron desatar la tempestad y cómo, advertido por el dios Ea, él derribó su choza de caña para construir un barco en forma de cubo perfecto ("su longitud ha de ser igual que su anchura", le indicó la divinidad). Tras narrar el proceso de construcción de la nave, Ut-Napishtim cuenta cómo llevó a ella los animales y "la semilla de toda cosa viviente". Su descripción de la inundación es sobrecogedora: "Todo lo que había sido luz era negrura; la vasta tierra era sacudida como una olla; cada vez más rauda, la tormenta sumergió las montañas"...
Cuando la lluvia cesó, Ut-Napishtim soltó varias aves para que reconocieran el terreno (primero una paloma, después una golondrina y, por último, un cuervo). Después, tomó tierra, y ofreció un sacrificio a los dioses en la cumbre de una montaña. Los dioses, arrepentidos por el excesivo castigo que habían impuesto a los hombres, se reconciliaron con ellos. Ea reprendió a Enlil por su idea (en lugar de intentar aniquilar a toda la humanidad, debiera haber sido más justo y haberse limitado a reprenderla). Enlil reflexionó sobre estas sabias palabras y bendijo a Ut-Napishtim (convertido en salvador del género humano) concediéndole el don de la inmortalidad.
Libro del Génesis
Aunque el pueblo de Israel centró su interés en la relación con Dios y relegó a un segundo plano la cosmogonía y los mitos de los orígenes, en los capítulos iniciales del Génesis (primer libro del Pentateuco y de toda la Biblia) se describen diversos acontecimientos fabulosos que reproducen tradiciones orales muy arcaicas.
El Génesis arranca con el célebre pasaje "En el principio creó Dios el cielo y la tierra. La tierra, empero, estaba informe y vacía, y las tinieblas cubrían la superficie del abismo: y el Espíritu de Dios se movía sobre las aguas".
La ordenación del caos se llevó a término mediante la palabra divina ("Dijo, pues, Dios: Sea la luz. Y la luz fue" y durante seis días se fueron sucediendo distintas etapas de la creación.
Después, Dios completó su obra formando al primer hombre (Adán) con "lodo de la tierra" e insuflándole "en el rostro un soplo o espíritu de vida". Como "no es bueno que el hombre esté solo", le hizo caer en un profundo sueño y, quitándole una de sus costillas, formó a Eva, que se convirtió en su esposa.
Ambos habitaron en el Paraíso terrenal, situado en el centro del mundo y donde brotaba un río que se dividía en cuatro brazos que llevaban a cada una de las regiones terrestres. En medio del edénico jardín se elevaba el árbol de la vida y del conocimiento del bien y del mal (del cual Dios ha prohibido que tomen frutos). Eva, tentada por una serpiente, desobedeció, porque estaba convencida de que si probaba la fruta del árbol adquiriría conocimiento, es decir, sería como Dios. Como en el Gilgamesh, se trata de un fracaso iniciático, ya que en ambos casos el objetivo es igualar a los seres divinos por su calidad de inmortales o por su sabiduría.
Adán acompañó a Eva en su desafío y ambos fueron expulsados del "lugar de delicias". Habían cometido el primer pecado: a partir de ese momento estarían condenados a trabajar para vivir. Este primer acto de rebeldía transforma la condición humana y se convierte en el origen de todos los males que afligen a los hombres. Eva engendró a Caín y Abel, autor y víctima del primer homicidio. El crimen cometido por Caín le arrastró a vagar incesantemente por el mundo, donde construyó ciudades en las que reinó el mal... hasta que Dios enmendó la situación con el diluvio universal.
Así, el diluvio se convierte en un medio de purificación y al mismo tiempo en una catástrofe necesaria para hacer una tabula rasa moral. Estos dos conceptos son comunes a los mitos de otras culturas.
En los capítulos seis a nueve del Génesis (primer libro de la Biblia) se describe el diluvio universal. La humanidad había crecido a lo largo de los años, pero su comportamiento era tan ominoso que a Dios le pesó haberla creado: "Viendo, pues, Dios ser mucha la malicia de los hombres en la tierra, y que todos los pensamientos de su corazón se dirigían al mal continuamente, pesóle de haber creado al hombre en la tierra". Sólo conoció a un "varón justo y perfecto en sus días", Noé. A él se dirigió con estas palabras: "Llegó ya el fin de todos los hombres decretado por mí: llena está de iniquidad toda la tierra por sus malas obras; pues Yo los exterminaré juntamente con la tierra".
Pidió a Noé que fabricara un arca "de trescientos codos" de longitud, donde él y su familia permanecerían a salvo de la inundación que haría "morir toda carne en que hay espíritu de vida debajo del cielo". Asimismo, en la nave debía llevar consigo un macho y una hembra "de todos los animales de toda especie". Las aguas del diluvio lo cubrieron todo durante cuarenta días. Pasado el temporal, Noé envió primero un cuervo y después una paloma para comprobar si la tierra se había secado. Entonces desembarcó y construyó un altar donde realizó diversas ofrendas a Dios. Complacido, el Señor estableció una alianza con Noé y sus descendientes: "Nunca más maldeciré la tierra por las culpas de los hombres, atento a que los sentidos y pensamientos del corazón humano están inclinados al mal desde su mocedad; no castigaré, pues, más a todos los vivientes como he hecho".
Dioses y sabios en Asiria y Babilonia
El poder divino de la ciencia
La civilización sumerio-acadia, primero, y de Babilonia, más tarde, fueron culturas avanzadas con un concepto de la educación muy cuidado y una religión de resonancias astrológicas, que se concentraba en los complejos ritos que probablemente se practicaban en los famosos zigurats.
La primera ciudad sumeria según la leyenda fue Eridu. En la segunda (Badtibira) reinó el pastor Dumuzi, que se casó con la diosa Inanna. Después vino un diluvio (se ha comprobado que, efectivamente, hacia 2900 antes de nuestra era, la zona sufrió un cataclismo de estas características) y un único superviviente, Ziusudra, vio cómo la civilización sumeria tenía que empezar de cero hasta alcanzar las grandes cotas de civilización bajo el mítico rey Gilgamesh. Más tarde llegaron los acadios, pueblo semita dirigido por su soberano Sargón. Tras siglos de alternancia y mezcla con pueblos extranjeros, como los amorreos y los enigmáticos qutu, la religión de la zona presenta evidentes características eclécticas, debido a los diversos orígenes de cada pueblo que la habitó. Por ejemplo, con la invasión de Sargón, la lengua acadia se impuso, pero se permitió usar el sumerio para el culto.
Los zigurats -su tipo de construcción más original- eran unas pirámides escalonadas de las que han quedado algunos vestigios -en ocasiones muy completos-, cuya función es motivo de controversia para muchos estudiosos. Algunos los consideran enormes altares. Lo más probable es que fueran sede de los ritos hierogámicos en los que la sacerdotisa se unía a la divinidad, representada por el rey o el sumo sacerdote. Desde la cima de los zigurats es muy probable que los magos y adivinos observasen las estrellas.
Los sacerdotes sumerio-acádicos eran instruidos en las edubba (literalmente, "casa de las tablillas", puesto que la escritura cuneiforme propia de esta cultura se se consignaba sobre tablillas de barro) y la enseñanza superior incluía temas de teología y lectura de textos sagrados. Después seguía la formación necesaria para desempeñar ciertas funciones, ya que el sacerdocio incluía varias especialidades. Por ejemplo, los Gudu se ocupaban de la unción; los Gala, de los cánticos; los Mashmash, de los conjuros; los Mashushu, de la adivinación, y los Ukku, de los funerales. Respetaban jerarquías: los sacerdotes "jefes" solían ser parientes del rey y pertenecían a las categorías superiores, llamadas sanga y nubanda. Las mujeres sacerdotisas (nidingir y nunig) tenían el estatus de ayudantes.
La religión sumerio-acádica tenía muy en cuenta la agricultura y los astros, por lo que las estaciones, el agua y la fertilidad eran conceptos muy importantes en el rito. El templo era el centro de culto y era llamado "casa" tanto en sumerio (e) como en acadio (bitu). Los santuarios eran llamados esh. Durante las celebraciones, se hacían libaciones de agua, cerveza, vino, zumo de dátiles e incluso aceite, y se realizaban sacrificios de animales, así como prácticas adivinatorias. Cualquier excusa era buena para celebrar una fiesta ritual: una victoria militar, la construcción de un templo, el cambio de estación o la cosecha. La fiesta del año nuevo era la más importante. También, aparte del panteón de los dioses, se creía en los demonios, por lo que los exorcismos practicados por sacerdotes especializados eran frecuentes.
Babilonia: religión y astrología
Como civilización mesopotámica posterior, Babilonia se sustentó en los pilares culturales de las tradiciones precedentes, en especial la sumerio-acadia. En el ámbito religioso es muy evidente. Los pueblos que habitaron sucesivamente Babilonia (amorreos, caldeos, arameos, casitas) eran de mentalidad abierta y no les importó conservar las tradiciones religiosas que les habían precedido. Hubo aportaciones, evidentemente (por ejmplo, los casitas incorporaron los principales dioses de su propio panteón, como Kashshu, Shulimaya y Shugamuna), pero la lengua principal de culto siguió siendo sumeria. Además, la mayoría de dioses, aun con estos nombres, son básicamente los de la tradición sumeria y acadia.
Entre ellos, la figura central era Marduk (el Enlil sumerio), que era conocido con más de cincuenta nombres y se convirtió en paradigma y protagonista del poema que relata el mito cosmogónico babilónico, el llamado Enuma Elish. En honor de Marduk se construyó el mayor templo babilónico, el Esagila. Las diversas escuelas teológicas de Babilonia, Ur, Sippar y Eridu, aportaban tantas deidades que el sincrético panteón babilónico consta de más de tres mil, debidamente jerarquizadas y agrupadas en familias. No obstante, se ha podido constatar que el culto a Marduk y a sus familiares era practicado por las clases dirigentes: los babilonios de a pie parecían confiar más en una especie de dioses personales o familiares, y en las prácticas de magia y brujería.
Dado el ingente número de dioses, existían muchos templos. En ellos se adoraba a las estatuas (los dioses se representaban siempre de modo antropomorfo, y su comportamiento era muy humano en los mitos), que eran limpiadas, vestidas y alimentadas con ofrendas casi a diario. Los demonios, que también eran importantes en la cultura religiosa babilónica, eran representados como híbridos entre humanos y animales, y su dominio era la noche. Eran muy temidos, por lo que la figura de los exorcistas era muy importante. Como en Sumer, los sacerdotes y sacerdotisas estaban especializados en distintas funciones y aunque cambien algunos nombres, seguían siendo especialistas. Sin embargo, una aportación importante era la del Urigallu, o custodio del templo. El sumo sacerdote, que estaba por encima de todos los servidores de los dioses, era denominado Enu.
La mayoría de divinidades eran de origen astral. Los babilonios pensaban que los astros eran imágenes de los dioses y que podían influir en el destino humano, por lo que los observaban y les rendían culto. En Nínive y Babilonia hubo grandes observatorios donde los astrónomos y astrólogos documentaban, estudiaban y predecían con precisión eclipses y otros fenómenos, tal vez los primeros de los que hay constancia escrita en la historia de la humanidad.
Las ciencias divinas de los magos mesopotámicos
A-ki-til: Fiesta ritual del Nuevo Año que celebraban los sumerios. Su denominación significa literalmente "fuerza que hace revivir el mundo". En ella se conmemoraba la efímera comunión entre los dioses y los hombres. El soberano sumerio encarnaba el papel del dios Dumuzi.
Akitu: Versión acadia del A-ki-til, sustituyendo a Dumuzi por Tammuz.
An: Deidad sumeria que se identifica con el cielo. En principio era la divinidad soberana, pero por su estatus de dios ocioso quedaba relegado respecto de otros dioses del panteón mesopotámico. Fue engendrado por Nammu.
Anunaki: Los siete jueces del infierno babilónico.
Apsu: Deidad babilónica masculina que representa el agua dulce.
Aruru: Diosa sumeria a quien se atribuye la creación del ser huamano, aunque otras versiones se decantan por la acción combinada de Enki (que insufla vida) y Nammu (que proporciona el corazón).
Dumuzi: En la mitología sumeria, pastor que se casó con la diosa Inanna. Tras marchar su esposa a conquistar la tierra de los muertos, usurpó su poder. Cuando Inanna volvió lo arrojó al infierno.
Ea: En la mitología babilónica, señor de las aguas que mató a Apsu y engendró con su esposa Damkina a Marduk.
Enki: Señor de la tierra y dios de los cimientos en Sumer. Al principio fue considerado erróneamente por los estudiosos dios de las aguas porque la concepción sumeria de la Tierra (que descansaba sobre un inmenso océano) permitió la confusión.
Enlil: Dios sumerio. Considerado Señor de la Atmósfera y llamado también "Gran Monte", nació de la unión e identificación entre las divinidades An y Ki.
Enuma Elis:. Poema cosmogónico babilónico en el que se narran la creación del mundo y las peripecias y dramas de los diversos dioses sumerios, acadios y babilónicos.
Epopeya de Gilgames:. Famoso texto babilónico en estilo bíblico que narra las vicisitudes del héroe y rey de Uruk Gilgamesh en su búsqueda de una inmortalidad que finalmente no consigue. Ello es interpretado por los estudiosos como una tendencia mesopotámica al pesismismo antropológico y religioso, una visión más existencial de lo habitual en las religiones del mundo antiguo.
Ereshkigal: En la mitología babilónica, hermana mayor de Inanna. Era la reina del inframundo y de la muerte y su mirada mataba. Retuvo a su hermana en el infierno cuando ésta intentó usurpar su poder y sólo la liberó a cambio de quedarse con Dumuzi.
Gilgamesh: (Véase Epopeya de Gilgamesh).
Hammurabi: Soberano amorreo de Babilonia que inauguró una dinastía y restableció la unidad en Mesopotamia durante un siglo. Afirma haber sido engendrado por la diosa Sin (Luna).
Inanna: Importante diosa babilónica, correspondiente a la estrella Venus y símbolo del amor. Más tarde fue llamada Ishtar y con posterioridad Astarté. Para expresar la plenitud de sus poderes, se la representaba hermafrodita.
Ishtar: Nombre acadio (y más conocido) de la diosa Inanna.
Ki: Diosa sumeria de la Tierra, engendrada por Nammu junto a An para formar la primera pareja de dioses creadores.
Kingu: Dios guerrero creado por Tiamat para vengar la muerte de su esposo Apsu. Fue vencido por Marduk, que también acabó con la vida de Tiamat, con cuyo cráneo formó la bóveda celeste.
Marduk: Versión babilónica del dios sumerio Enlil. Vencedor de los dioses de las aguas, a partir de sus despojos configuró el cielo y la tierra.
Nammu: Diosa sumeria considerada madre del cielo y de la tierra y también abuela de todos los dioses. Se la identificaba con un pictograma con las aguas primordiales. De ello se deduce la teoría acuática de los sumerios sobre el origen del mundo.
Nam-tar: Acto de determinación de ciertos decretos que los sumerios atribuían al juicio divino. Se lleva a cabo durante el A-ki-til o Año Nuevo.
Nanna-suen: Diosa babilónica de la Luna.
Nergal: Esposo infernal de Ereshkigal y, por tanto, rey del mundo de los muertos.
Nidama: Diosa que reveló el enclave celeste de las estrellas benéficas al rey sumerio Gudea en un tablero, lo cual posibilitó el importante papel que tienen los templos y
zigurats en la cultura mesopotámica.
Ningursag: Diosa sumeria. Compañera de Enki, engendró con él varias hijas para después repudiarlo. Enki enfermó a causa del rechazo de su esposa, y ella, compadecida, acabó por curarlo con su "mirada de vida".
Shamash: Nombre babilónico del dios del Sol. Junto a Ishtar y Marduk constituía el triunvirato de dioses más adorados en el período babilónico a partir del reinado de Hammurabi.
Sin: Nombre que se daba en Babilonia (a partir de Hammurabi) a la diosa de la Luna.
Tammuz: Versión babilónica del sumerio Dumuzi. Se le rindió culto durante mucho tiempo; su mito corresponde al del dios joven que muere y resucita cada año, siendo metáfora del eterno retorno, al estilo del egipcio Osiris.
Tiamat: Divinidad femenina babilónica que representa al agua salada. Fue vencida por
Marduk, quien hizo de su cráneo la bóveda celeste y de sus ojos, el Tigris y el Éufrates.
Tiara de cuernos: Emblema sumerio, común a otras civilizaciones del Próximo Oriente, cuyo probable origen neolítico es el simbolismo religioso del toro.
Ut-Napishtim: Superviviente del diluvio universal. Impuso a Gilgamesh una serie de pruebas de las que no pudo salir victorioso, por lo que no consiguió la inmortalidad.
Utu: Dios babilónico del Sol.
Zagmuk: Nombre babilónico dado al Akitu acadio y al A-ki-til sumerio.
Zigurat: Torre escalonada de base cuadrangular, común a todas las culturas mesopotámicas y desde la que los magos contemplaban las estrellas y descifraban su influencia. El más conocido es el de Ur.
Zisudra: Único hombre -inmortal- que se salvó del diluvio en la cultura sumeria. En la versión acadia es llamado Ut-Napishtim.
Las religiones monoteístas
Las tres religiones monoteístas, judaísmo, cristianismo e islam, tienen cerca de 2.500 millones de creyentes, es decir, la mitad del género humano.
Existe entre las tres un claro nexo histórico y una limpia línea de continuidad doctrinal.
En el orden cronológico, el primer pueblo en profesar una religión monoteísta ha sido Israel. En un primer momento, con Abraham (hacia el siglo XIX a.C.), tal vez sólo tuvo la forma de monolatría. En la época de Moisés (hacia el siglo XIII a.C.), era ya un claro monoteísmo, cada vez más acentuado, acrisolado y purificado de contaminaciones politeístas gracias a las enseñanzas de los profetas (a partir del siglo IX a.C.). El mensaje cristiano de Jesús se declara heredero directo de esta fe monoteísta. En cuanto al islam, el Corán manifiesta en repetidas ocasiones que su doctrina sobre la divinidad es simple continuación de las doctrinas monoteístas de los judíos y cristianos.
La idea central común a estas tres grandes religiones es la afirmación de que hay un solo Dios, un solo Ser supremo, expresada en la declaración solemne: "No hay dios fuera de Dios"; "No hay otro Dios sino Alá".
De esta fe en un solo Dios se deriva el principio básico: hay un solo Creador. No existen dos principios creadores, el Bueno, origen de la luz y de las realidades positivas, y el Malo, del que procederían las tinieblas y las cualidades negativas.
Este Dios bueno es el Creador del género humano. Esta fe implica consecuencias de radical trascendencia para el código ético y las pautas de conducta de los creyentes: en cuanto creados por el único Dios, todos los hombres son esencialmente iguales. Las religiones monoteístas rechazan el racismo. No hay razas superiores, no hay hombres inferiores, todos son hermanos. La vida de cada hombre es sagrada en su misma raíz, porque todos proceden del único Dios creador.
La aparición del monoteísmo
Por qué caminos ha llegado la humanidad al concepto del monoteísmo, es decir, a la idea de la existencia de un Dios único, cuya esencia se sitúa infinitamente por encima de todos los seres de la creación?
Se dan diversas respuestas a esta pregunta. Los antropólogos han descubierto en prácticamente todas las culturas primitivas la creencia en fuerzas o poderes invisibles, ocultos tras las realidades visibles, que se manifiestan, entre otras cosas, a través de los fenómenos de la naturaleza. Estas fuerzas pueden intervenir en la vida de los hombres. Es, por tanto, preciso aplacarlos para evitar sus castigos y dirigirles súplicas para obtener sus bendiciones (totemismo, fetichismo, animismo, politeísmo). La psicología explicaría el origen de esta creencia como lógica consecuencia de la estructura del hombre, ser finito dotado de necesidades infinitas, que diviniza cualquier cosa que parezca satisfacer sus necesidades.
En un segundo paso, la historia de las religiones descubre en las altas culturas de la antigüedad múltiples intentos de organizar este universo de seres supraterrenos, jerarquizarlos, fijar sus características específicas, establecer sus ámbitos de competencias y determinar sus relaciones mutuas.
Se da un tercer paso, definitivo, en esta comprensión de la divinidad cuando las altas culturas de talante racional llegan, a través del análisis lógico, a la conclusión de que en el origen de todas las cosas creadas y finitas debe haber necesariamente -si se quiere evitar el absurdo de una cadena de eslabones infinitos sin principio ni fin- un único primer principio increado e infinito, al que se aplica el nombre de Dios. El Dios de los filósofos de Pascal.
Existe una segunda hipótesis de signo contrario. Según ella, el proceso conceptual habría recorrido el camino inverso. En los primitivos grupos humanos habría imperado al principio la adoración de un solo ser supremo que sólo más adelante habría degenerado en las creencias fetichistas, animistas y politeístas. Aunque ambas teorías gozan de la misma probabilidad teórica, los testimonios de la etnología y la arqueología apoyan más la primera de ellas.
No todos los sistemas de pensamiento comparten esta especie de ascensión conceptual de la mente a Dios. Para muchos pensadores, sobre todo en el tramo de la cultura europea que se inicia con la Ilustración, la noción de Dios es una simple proyección de la mente humana, tras la que no se oculta ninguna realidad objetiva.
Para las tres grandes religiones monoteístas (judaísmo, cristianismo e islam) la respuesta es de un signo totalmente diferente: el monoteísmo llega hasta los hombres en virtud de una revelación expresa de Dios, que tuvo lugar en un lugar y un momento concretos de la historia y tuvo como destinatario un hombre concreto: el patriarca Abraham. Este Dios no es un ser abstracto, no es un concepto. Es una persona viviente, que mantiene relaciones personales vitales con todos y cada uno de los seres humanos que pueblan la tierra a través de los tiempos.
El monoteísmo no es, pues, producto de la razón. Es don de la fe a través de una comunicación personal con Dios. Debe, de todas formas, consignarse que en las tres grandes religiones monoteístas ha habido siempre filósofos de enorme capacidad intelectual (Averroes, Maimónides, Tomás de Aquino) que han desarrollado magníficos esquemas intelectuales con el propósito de tender puentes de unión y armonización entre los contenidos de la fe y las conquistas de la razón.
Aproximación cronológica a la historia del judaísmo primitivo
Años a.C.
Hacia 1800
Oriente Próximo
Abraham. Fundador de la religión judaica
1400
Oriente Próximo
Egipto. Akenatón (1364-1347) con capital en la actual Tell al-Amarna
Hititas. Reino Nuevo (hacia 1450 a 1190)
Israel. Edad del bronce (hasta 1200). Trazas de la presencia de los hapiru (nómadas de origen semítico) según unas cartas encontradas en Tellal-Amarna
1300
Oriente Próximo
Siria. Destrucción de Ugarit (1300). Tablillas alfabéticas con mitos y leyendas
Egipto. XIX dinastía. Ramsés II (1290-1224). Campaña contra los hititas y, después, alianza con ellos.
Meneptá (1224-1204). Estela fechada en 1207 que menciona una victoria sobre un grupo llamado "Israel"
Israel. Dominio de Egipto en Canaán
Moisés y las Tablas de la Ley. Salida de Egipto (1250-1230)
Josué. Penetración de tribus de isarelitas en Canaán, primero por el sur y poco más tarde hacia el este (1230-1220)
1200
Oriente Próximo
Egipto. XX dinastía. Ramsés III (1184-1153). Derrota de los "pueblos del mar", los filisteos entre ellos
Israel. Edad del hierro (1200-900)
Los filisteos, empujados por Ramsés III, se instalan en la costa sur de Canaán
Período de los Jueces (hacia 1200-1030)
1100
Oriente Próximo
Mesopotamia. Preponderancia asiria, después debilitamiento bajo la presión de los arameos
Nacimiento de los reinos arameos, entre ellos el de Damasco
Egipto. Tercer Período Intermedio (1070-664)
Israel. Elí es derrotado por los filisteos y muere hacia 1050
Samuel, profeta y juez (hacia 1040)
Saúl, rey (1030-1010). Batalla de Guilboa
1000
Oriente Próximo
Egipto. Dinastía XX (1070-941) con capital en Tanis
Fenicia. Reina Hiram de Tiro (hacia 976 a 930)
Israel. David, rey de Judá y más tarde de los reinos de Judá e Israel (hacia 1010-970)
Salomón, rey de Judá y de Israel (970-931). Construcción del primer templo en Jerusalén
Inicio de la elaboración literaria de los cinco primeros libros de la Biblia: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio.
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