viernes, 19 de diciembre de 2008

Ratas con alas

Pocos animales provocan tanta controversia en la sociedad como las palomas. Rodeadas de literatura, emblemáticas como mensajeras de la paz, dulces y buenas, la realidad es bien distinta en el medio urbano.

El mito de la dulce paloma de la paz se desvanece. Los expertos las definen como “Ratas del aire” y reclaman medidas para frenar su proliferación en las ciudades.




Guerra urbana




En la actualidad, numerosas ciudades mantienen una lucha continua contra las palomas. Están consideradas como una plaga debido a los riesgos sanitarios que se derivan de su presencia y las molestias que provocan en el mobiliario urbano.

Las heces de las palomas contienen sustancias agresivas, que actúan como un ácido disolviendo la piedra.





La controversia está servida



por un lado, sus defensores agrupados en asociaciones protectoras de animales, que ven en las palomas un símbolo de paz, libertad y afecto.

Pero por otro, más allá de esta visión idílica, se percibe un recelo entre los ciudadanos e instituciones que miran con preocupación a estas aves por su incordio a los viandantes, destrozos en el mobiliario urbano, suciedad y deterioro de los edificios.





Sus rincones




Puentes, tejados, repisas, conductos de desagüe, desvanes, cúpulas, áticos y estatuas son los lugares que las palomas suelen preferir en las ciudades para descansar y nidificar.

En las áreas rurales, sus sitios favoritos son los patios de las granjas, graneros, establos, torres…

En general, son aves que tienden a alimentarse, anidar y descansar rutinariamente en los mismos lugares, localizados casi siempre en zonas altas y protegidas.




Enfermedades



Según los ornitólogos, las palomas pueden transmitir diferentes enfermedades: salmonelosis, cuando la gente las toca o cuando depositan sus alimentos en bancos de parques; histoplasmosis, una enfermedad respiratoria; ornitosis, parecida a la neumonía viral; y criptococosis, un hongo que puede provocar meningitis.

Los expertos insisten en que las palomas son hospederas de parásitos como garrapatas, ácaros, chinches y la llamada mosca de la paloma.





El hogar perfecto



Especialmente perjudicado resulta el patrimonio eclesiástico, debido a sus características arquitectónicas.

Prácticamente todas las iglesias y construcciones religiosas se convierten en hogares ideales para estas aves y un problema grave para la conservación de monumentos.

Muchos monumentos han de ser restaurados por la corrosión que causan las heces de las aves.





Métodos de control




El más efectivo es impedir su acceso a los lugares elegidos para anidación, perchado o descanso, utilizando redes plásticas resistentes al paso de las aves.

La modificación del ángulo de las repisas a otros superiores a 45 grados es otra forma de disuadirlas para que no escojan estos lugares.

Otro medio efectivo es el uso de repelentes, diseñados para afectar a los sentidos de las aves, hacer que no reencuentren cómodamente sus nidos y abandonen el área elegida.

El otoño es la época del año más favorables para su control.




La conducta de los ciudadanos




es también importante. Muchos ayuntamientos tienen prohibido dar de comer a estos animales.

No dejar esparcidos alimentos por el suelo, dado que pueden atraer a ratas y cucarachas.

No facilitar su acceso a lugares donde puedan anidar y no permitir, como muchas veces se hace en las puertas de las iglesias, que niños y ancianos confraternicen con las palomas.




Todo ello




en beneficio del ciudadano, su salud, sus edificios y el patrimonio urbano, junto a los lugares adecuados para albergar a las palomas.

Es la única manera de que estas aves tan glosadas por escritores, pintores y escultores, así como por la arquitectura religiosa, no provoquen efectos negativos. Y no pasen de ser dulces mensajeras de la paz a esas “ratas del aire” tan nocivas e indeseadas.

Aunque seguro que algunos no estarán de acuerdo, ya que las palomas forman parte del entrañable paisaje urbano de muchas ciudades.











Me cago en las ratas aladas.

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