jueves, 18 de diciembre de 2008

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SEGUNDA PARTE DEL ARTICULO


Las bicentenarias agresiones de Estados Unidos contra America Latina y el Caribe


PROLEGOMENOS DEL “JOVEN IMPERIALISMO” NORTEAMERICANO

1865: Con la victoria de las fuerzas militares de los Estados industrializados del Norte, el 9 de abril culminó la Guerra de Secesión de los Estados Unidos.

El 14 de abril fue asesinado Abraham Lincoln, sustituyéndolo su vicepresidente, el demócrata “moderado” Andrew Johnson (1865-1869), quien ratificó como Secretario de Estado a William H. Seward. Éste autorizó un nuevo desembarco de la Infantería de Marina en Panamá, con el pretexto de “proteger las propiedades y vidas de ciudadanos estadounidenses” residentes en ese territorio durante los conflictos entre liberales y conservadores que estremecían la vida política de los denominados (desde 1863) Estados Unidos de Colombia.

1866: Con el supuesto propósito de presionar la retirada de los franceses de México, tropas estadounidenses penetraron en ese país y se apoderaron de la región de El Chamizal.

A su vez, el Secretario de Estado William H. Seward comenzó a conspirar con el ex presidente mexicano Antonio López de Santa Anna (exiliado en las llamadas “Antillas danesas”), con vistas a desplazar del gobierno de México al ya denominado Benemérito de las Américas, Benito Juárez.

Por otra parte, y con la colaboración de las unidades navales estadounidenses e inglesas surtas en esas aguas, una escuadra española bombardeaba los puertos de Valparaíso enChile, y Callao en Perú.

1867: El gobierno estadounidense intentó apoderarse por la fuerza de la Isla del Tigre, perteneciente a Honduras; pero fue rechazado por la Cancillería y las fuerzas militares británicas.

Paralelamente, la Infantería de Marina ocupó la capital nicaragüense y la ciudad de León con el socorrido pretexto de “proteger los intereses estadounidenses” durante uno de los tantos conflictos políticos entre liberales y conservadores que afectaron la vida política nicaragüense. .

1868: Con el pretexto de “proteger los residentes extranjeros y las aduanas” durante las revueltas contra la segunda dictadura “colorada” del general Venancio Flores (1865-1868), la Infantería de Marina estadounidense desembarcó nuevamente en Montevideo, Uruguay.

A la par, y con el propósito de fortalecer sus intereses en “el corazón de América del Sur”, la Casa Blanca propuso una “mediación” en la Guerra de la Triple Alianza (Argentina-Brasil-Uruguay) contra Paraguay (1865-1870); pero esta fue rechazada por todas las partes y especialmente por los intereses del Imperio británico que se movían detrás de ese sanguinario conflicto fratricida.

Paralelamente, las fuerzas militares estadounidenses ocuparon nuevamente el territorio de Panamá con el argumento de “proteger a los pasajeros y mercancías” que transitaban por el ferrocarril de la región durante el vacío de poder que se generó durante el gobierno del presidente colombiano Santos Gutiérrez (1868-1870).

Adicionalmente, y para disgusto de la Casa Blanca, se inició casi de manera simultánea –septiembre y octubre de 1868, respectivamente— la lucha por la independencia de Puerto Rico y Cuba frente al dominio español.

1869: De manera unilateral, el presidente estadounidense general Ulyses Grant (1869–1877), impulsó una “gestión mediadora” entre España y el recién constituido gobierno de la República de Cuba en Armas, según la cual –a cambio del pago de varios millones de dólares— España reconocería la independencia de la isla y en esta se instauraría un “gobierno cubano” que –con sus ingresos aduanales—, sufragaría “la deuda de su independencia”. A su vez, Puerto Rico se transformaría en un protectorado de Estados Unidos.

Aunque fracasaron esas gestiones, la Casa Blanca no reconoció la beligerancia de los patriotas cubanos; por el contrario, en los años sucesivos adoptó una “posición neutral” absolutamente favorable a la sanguinaria política contrainsurgente desplegada por la reaccionaria monarquía ibérica, con vistas a derrotar a las fuerzas patrióticas cubanas.

1870: El cruento dictador dominicano Buenaventura Báez (1868-1873) inició “gestiones comerciales” dirigidas a anexar su país a Estados Unidos. Según algunos historiadores, con esas negociaciones el presidente Ulyses Grant pretendía iniciar acciones dirigidas a apoderarse de toda la isla La Española. En ese contexto, y con el apoyo de varios buques de guerra estadounidenses, fue derrotada una expedición militar contra el gobierno de Buenaventura Báez capitaneada por el general Gregorio Luperón, uno de los líderes de la Guerra de Restauración de la independencia de República Dominicana frente a la dominación española (1863-1865) y propulsor, entre otros, de una Confederación Antillana que tuviera por núcleo la reunificación de Haití y la República Dominicana, así como la independencia de Cuba y Puerto Rico.

Paralelamente, y con el silencio cómplice de la Casa Blanca, el territorio paraguayo fue desmembrado entre Brasil y Argentina, lo que posibilitó que Estados Unidos –con la anuencia británica—, adquiriera los “derechos” de libre navegación en los ríos Paraná y Paraguay, que venían procurando desde años atrás.

1871: Luego de tortuosas gestiones “diplomáticas”, el Senado norteamericano rechazó el acuerdo de anexión a Estados Unidos firmado entre Buenaventura Báez y Ulyses Grant. A pesar de eso y con el apoyo de la Casa Blanca, se fundó la Samaná Bay Company, destinada a garantizar –a cambio de 150 mil dólares anuales—, el control estadounidense sobre esa estratégica bahía dominicana.

A la par, la Marina de guerra estadounidense continuó realizando demostraciones de fuerza contra el gobierno de Haití, con el propósito de favorecer a los comerciantes estadounidenses y de obtener facilidades militares en la estratégica Bahía de Molé de Saint-Nicholas.

1872: En el contexto de sus constantes conflictos bélicos con Francia, barcos de guerra alemanes obligaron al gobierno haitiano a pagar fuertes reclamaciones financieras a los hombres de negocios alemanes. Ante esa situación, y aduciendo la Doctrina Monroe, el gobierno haitiano solicitó apoyo al gobierno de Ulyses Grant; pero este rehusó.

1873: La Infantería de Marina estadounidense desembarcó dos veces en Panamá con el recurrente pretexto de “proteger los intereses americanos” durante las hostilidades que se desarrollaron entre grupos locales interesados en el control del gobierno de ese territorio, perteneciente a Estados Unidos de Colombia.

Por otra parte, y pese a las reiteradas protestas del gobierno azteca, tropas estadounidenses con autorización de la Casa Blanca, cruzaron repetidamente su frontera con México, con la socorrida argucia de perseguir a los “bandidos y ladrones” que operaban en las inmediaciones de la misma. En este año, el caso más sonado ocurrió en la zona de Remolino.

1876: Tropas estadounidenses ocuparon temporalmente la ciudad de Matamoros, bajo jurisdicción mexicana, aduciendo “el vacío de poder” que se había creado a causa de la sublevación del general y posterior dictador Porfirio Díaz contra el gobierno de Sebastián Lerdo de Tejada (1872-1876); quien había ocupado la Presidencia de ese país luego de la muerte, el 18 de julio de 1872, del Benemérito de América, Benito Juárez.

1880: En una descarada oposición a las primeras gestiones de una compañía francesa para construir el Canal de Panamá y desconociendo la soberanía del gobierno de los Estados Unidos de Colombia sobre ese territorio, el presidente estadounidense Rotherford B. Hayes (1877-1871) proclamó el llamado “corolario Hayes a la Doctrina Monroe”. Según esa inferencia, Estados Unidos no podía consentir el dominio del susodicho canal por “ningún Estado europeo o ninguna combinación de potencias europeas”; ya que esa vía interoceánica presuntamente era “parte de la línea costera de Estados Unidos”.

Paralelamente, la Casa Blanca amenazó con declararle la guerra a México con el pretexto de la incapacidad del primer gobierno del general Porfirio Díaz (1877-1880) para evitar que “diversos grupos de bandidos” cruzaran la frontera entre ambos países. Con ese artificio, en los años sucesivos, tropas estadounidenses incursionaron en el territorio mexicano en más de veinte ocasiones.

1881: El fugaz gobierno del republicano James Garfield (1881) fracasó en su intento de “mediar” en la Segunda Guerra del Pacífico que, desde 1879, venía enfrentando a Chile (apoyado por el Imperio británico) con Perú y Bolivia. Detrás de esa gestión se encontraba un tenebroso plan del corrupto Secretario de Estado, James Blaine (1881), y de ciertos sectores de la oligarquía peruana de establecer un protectorado estadounidense sobre Perú, como medio de “hacer prevalecer la Doctrina Monroe en toda Sudamérica” y de apoderarse de los ricos yacimientos de guano y salitre ubicados en la zona en disputa.

Con fines parecidos, Blaine intentó chantajear al gobierno de Ecuador –entonces presidido por Ignacio de Veintimilla (1876-1884)— para que le vendiera a los Estados Unidos todas o algunas de las islas Galápagos, ubicadas en el Océano Pacífico, y emprendió las primeras gestiones dirigidas a convocar la Primera Conferencia Internacional de Estados Americanos. Estas fueron canceladas por el presidente estadounidense Chester Allan Arthur (1881-1885), quien destituyó a Blaine previo a un juicio político en su contra seguido por el Senado a causa de sus negocios turbios con diversas empresas salitreras con intereses en Perú.

1882: Luego de diversos incidentes en la frontera, y aduciendo el constante tránsito de “ladrones y bandidos” entre uno y otro lado, el gobierno de Estados Unidos le impuso al presidente azteca Manuel González (1880-1884), un Tratado que autorizaba a las fuerzas militares estadounidenses a incursionar en el territorio mexicano.

1885: En medio de la guerra civil entre liberales y conservadores, que nuevamente afectaban a los Estados Unidos de Colombia, tropas estadounidenses ocuparon durante tres meses las ciudades de Colón y Panamá con el pretexto de “garantizar el libre tránsito de personas y mercancías a través del ferrocarril del istmo”.

Igualmente, el presidente Grover Cleveland (primer demócrata que llegó electoralmente a la Casa Blanca luego del fin de la Guerra de Secesión) se opuso activamente a los intentos del general y presidente “liberal” guatemalteco Justo Rufino Barrios (1873-1885) de restablecer la unidad centroamericana.

1888: Unidades de la Marina de guerra estadounidenses bloquearon las costas de Haití con vistas “a persuadir” al gobierno de ese país de que liberara una nave estadounidense que había violado las leyes haitianas. Según algunos historiadores, entre 1857 y 1900, Estados Unidos emprendió diecinueve acciones intervencionistas contra sucesivos gobiernos de Haití con el propósito de favorecer los intereses de ciudadanos estadounidenses (muchos de ellos de origen libanés o sirio-palestino) radicados en esa isla del Caribe.

1890 Siguiendo las infructuosas gestiones que habían realizado el fugaz dúo Garfield-Blaine, se celebró en Washington la Primera Conferencia Internacional de Estados Americanos, en la que el Presidente republicano Benjamin Harrison (1889-1893) y sobre todo, su ambicioso y corrupto Secretario de Estado, James Blaine (1889-1892), intentaron imponerle a los gobiernos latinoamericanos una Unión Aduanera y un plan para el arbitraje obligatorio –tutelado por los Estados Unidos— de todas las disputas territoriales que se presentaran entre los Estados del continente.

Aunque la Casa Blanca fracasó en ambos empeños, logró la fundación de la Unión Internacional de Estados Americanos (posteriormente denominada Unión Panamericana), cuya Secretaría Ejecutiva (bajo el nombre de Oficina Comercial de las Repúblicas Americanas), quedó ubicada en Washington bajo la tutela del Departamento de Estado. Valorando ese cónclave, el Apóstol de la independencia de Cuba, José Martí, indicó: “Jamás hubo en América, de la independencia acá, asunto que requiera más sensatez, ni obligue a más vigilancia, ni pida examen más claro y minucioso, que el convite que los Estados Unidos potentes, repletos de productos invendibles y determinados a extender sus dominios en América, hacen a las naciones americanas de menos poder… (…) De la tiranía de España supo salvarse la América española; y ahora, después de ver con ojos judiciales los antecedentes, causas y factores del convite, urge decir, porque es la verdad, que ha llegado para la América española la hora de declarar su segunda independencia”.

Denotando la certeza de ese aldabonazo martiano y el carácter oportunista de los “acuerdos panamericanos”, y en medio de los agudos conflictos internos que se desarrollaban en Argentina, la Infantería de Marina estadounidense desembarcó otra vez en Buenos Aires con el pretexto de proteger “el consulado y la Embajada estadounidense” durante “la revolución” –encabezada por Leandro Alem, fundador de la Unión Cívica de la Juventud— que derrocó al presidente liberal Miguel Juárez Celman (1886-1890).

1891: Como un espurio resultado de la Primera Conferencia Internacional de Estados Americanos, se efectuó en Washington la Conferencia Monetaria Internacional Americana, en la que el gobierno de Estados Unidos intentó imponerle a sus homólogos latinoamericanos la adopción de la equivalencia del oro y la plata. Comoquiera que –según demostró José Martí— lo anterior afectaba a las naciones del Sur del continente, nuevamente fueron derrotadas las pretensiones de la Casa Blanca.

Poco después, con el pretexto de “proteger la vida y las propiedades de ciudadanos americanos en la Isla Navassa”, barcos de la Marina de Guerra estadounidense bloquearon nuevamente las costas haitianas con el propósito de lograr que el gobierno de ese país le permitiera instalar una base naval en la estratégica bahía Molé de Saint-Nicholas.
Asimismo, el dúo Harrison-Blaine amenazó con declararle la guerra a Chile si el gobierno de ese país no le ofrecía una adecuada compensación por la muerte, en una riña callejera, de dos infantes de marina del buque Baltimore. Previamente, la Infantería de Marina estadounidense había desembarcado en el puerto de Valparaíso para “proteger el consulado estadounidense y a las mujeres y los niños” que se habían refugiado en esa instalación durante la mal llamada “Revolución de 1891” en la que –con el respaldo del Imperio británico—, fue violentamente derrocado el presidente constitucional, reformista y nacionalista chileno José Manuel Balmaceda (1886-1891).

1893: Con el apoyo del segundo gobierno del demócrata Grover Cleveland (1893-1897) la funesta Santo Domingo Improvement Company of New York, estrechamente vinculada al “trust del dinero” afincado en Wall Street, inició su “intervención financiera” en República Dominicana. Previamente, luego de algunos escarceos, el Senado estadounidense había ratificado un asimétrico acuerdo de “reciprocidad comercial” firmado por la Casa Blanca con la sanguinaria dictadura del General dominicano Ulises “Lilí” Heureaux (1882-1889).

1894: Como parte de su reiterada injerencia en los conflictos internos entre los sectores promonárquicos y pro republicanos que se produjeron en Brasil después de la institucionalización de la llamada Velha República (1891), la Infantería de Marina estadounidense desembarcó en Río de Janeiro con el pretexto de impedir la llegada de armas provenientes de Alemania y de “proteger el comercio y las naves americanas” surtas en ese puerto.

Paralelamente, tropas estadounidenses ocuparon el puerto de Bluefield, Nicaragua, con el socorrido pretexto de “defender los intereses americanos” durante una insurrección del Partido Conservador contra el prestigioso presidente liberal José Santos Zelaya (1893-1909).

1895: La Casa Blanca ordenó la incautación de las armas y municiones adquiridas por el Partido Revolucionario Cubano (fundado por José Martí y Máximo Gómez en 1891) para el desarrollo del Plan de la Fernandina, dirigido a lograr la independencia de Cuba y promover la de Puerto Rico frente al vetusto coloniaje español. Como lo anterior no pudo impedir que el 24 de febrero se reiniciara la lucha independentista del pueblo cubano, las autoridades estadounidenses reiteraron su “política de neutralidad”, absolutamente favorable a España.

Posteriormente, el Secretario de Estado norteamericano, Richard Olney (1895-1897), aduciendo la Doctrina Monroe, exigió someter a un arbitraje internacional los conflictos que, desde 1844, venían presentándose entre Gran Bretaña y Venezuela, alrededor de los límites entre este último país y la llamada “Guayana británica”. Como resultado de ese “arbitraje”, Estados Unidos garantizó su control sobre la desembocadura del río Orinoco y el Reino Unido recibió de manera inmerecida 45 000 millas cuadradas de territorio venezolano.

Mientras, las fuerzas armadas norteamericanas desembarcaron nuevamente en Panamá; ahora con el argumento de “defender los intereses americanos durante un ataque de bandidos a la ciudad [panameña] de Bocas del Toro”.

1896: La Casa Blanca conspiró exitosamente contra los esfuerzos del primer gobierno del prestigioso líder liberal ecuatoriano Eloy Alfaro (1895-1901) para organizar una expedición en apoyo a las luchas por la independencia de Cuba, así como de efectuar –en conjunto con el Presidente de México, Porfirio Díaz (1884-1911)— un Congreso Latinoamericano dirigido, entre otras cosas, a elaborar un Derecho Latinoamericano alternativo a la Doctrina Monroe.

A la par, la Marina de guerra estadounidense ocupó la ciudad de Corinto con el pretexto de proteger “los intereses americanos” durante los disturbios políticos que continuaban afectando a Nicaragua.

1897: A espaldas del Consejo de Gobierno y del victorioso Ejército Libertador cubano, el presidente republicano William McKinley (1897-1901) comenzó a preparar las condiciones políticas y militares con vistas a declararle la guerra a España y proceder a la anexión de los archipiélagos de Filipinas, Cuba y Puerto Rico. En ese contexto, el Subsecretario del Departamento de Guerra de los Estados Unidos, J. C. Breckenridge, instruyó al General en Jefe del Ejército norteamericano, N. A. Miles, la política que debía seguir para obtener esos últimos propósitos.

Según esas instrucciones, en el caso de Puerto Rico debía “emplear medios relativamente suaves” para apoderarse de esa isla; pero en lo atinente a Cuba se le incitaba al sistemático exterminio de la población civil cubana y, en especial, de las fuerzas del Ejército Libertador, al cual debían encomendársele “todas las empresas peligrosas y desesperadas”. Consecuente con esa estrategia genocida, el gobierno estadounidense mantuvo un férreo bloqueo de medicinas y alimentos que, en lo fundamental, más que a las autoridades coloniales españolas, afectaba al pueblo cubano.

1898: La Infantería de Marina desembarcó en Nicaragua con el socorrido argumento de “proteger la vida y los intereses americanos en [el Departamento] de San Juan del Sur”.

Días después, y antecedida por la explosión del buque estadounidense Maine en el Puerto de La Habana, por un cruento bloqueo de alimentos y medicinas, así como por el cañoneo deliberado de las costas cubanas con el propósito de diezmar a la población civil de la isla, y amparados en el cínico pretexto de “colaborar con la lucha por la independencia del pueblo cubano”, el gobierno de los Estados Unidos le declaró unilateralmente la guerra a España. A pesar del decisivo apoyo que le habían prestado en esa contienda, las fuerzas armadas estadounidenses impidieron la entrada del Lugarteniente del Ejército Libertador cubano, general Calixto García, a Santiago de Cuba.

Paralelamente, el presidente McKinley traicionó los acuerdos que había adoptado con el destacado general independentista filipino, Emilio Aguinaldo y en consecuencia, los gobiernos de los Estados Unidos y España suscribieron el Tratado de Paz de París, en el que la monarquía ibérica reconoció su derrota.

1899: Pese a las multiformes resistencias de las fuerzas patrióticas, las fuerzas armadas estadounidenses ocuparon totalmente las 7 100 islas Filipinas y Guam (todas en el Océano Pacífico), al igual que los archipiélagos de Puerto Rico y Cuba. En los tres primeros casos, como “botín de guerra” o “compensación” por los gastos incurridos en esa “barata contienda” y, en el último, con el pretexto de crear los mecanismos que supuestamente permitieran consagrar la soberanía y la independencia de la mayor de las Antillas. Todo ello, junto a la anexión de Hawai (1898), a la formalización de su “protectorado compartido” con Alemania sobre las islas Samoa y al constante incremento de su poderío económico y militar, transformó a Estados Unidos en “una auténtica potencia (imperialista) mundial”.

En consecuencia, la Infantería de Marina estadounidense desembarcó nuevamente en los puertos de Bluefield y San Juan del Norte, Nicaragua, con el propósito de imponerle al prestigioso presidente liberal José Santos Zelaya (1893-1909), un nuevo Tratado dirigido a garantizar los presuntos “derechos estadounidenses” en la eventual construcción de un canal interoceánico a través del territorio de Nicaragua.

1900: Con el respaldo del Congreso, la Casa Blanca promulgó la Ley Foraker, gracias a la cual convirtió a Puerto Rico en una colonia de los Estados Unidos.




LA DIPLOMACIA DEL DÓLAR Y LAS CAÑONERAS

1901: Luego de desarmar al Ejército Libertador cubano y bajo el chantaje de mantener la ocupación militar de la isla, el presidente William McKinley impuso como un apéndice a la Constitución de la naciente República de Cuba, la llamada Enmienda Platt. Esta consagró un virtual protectorado estadounidense sobre el archipiélago cubano.

Previamente, y sin el consentimiento de los gobiernos latinoamericanos implicados, los Estados Unidos y Gran Bretaña firmaron el tratado Hay-Pauncefot, por medio del cual la primera de esas potencias obtuvo el derecho exclusivo a construir, bajo su total control militar, un canal interoceánico a través del territorio de Nicaragua o de los istmos de Panamá o Tehauntepec, México. Aunque no desaparecieron sus contradicciones, mediante ese tratado los imperialismos anglosajones refrendaron una virtual distribución de sus “esferas de influencia” en el Hemisferio Occidental: Estados Unidos respetaría las posiciones coloniales británicas en el Mar Caribe y sus intereses económicos en los países situados al Sur del Río Amazonas; mientras que el ya decadente Imperio británico aceptó que México, Centroamérica, las Antillas Mayores y el Norte de América del Sur eran un “espacio vital” de Estados Unidos.

En consecuencia, durante los últimos momentos de la Guerra de Cien Días (1898-1901), fuerzas militares estadounidenses desembarcaron en Panamá con el pretexto de proteger las “propiedades norteamericanas” y mantener abierto el “tránsito” a través del ferrocarril Colón-Panamá.

1902: Mediante el Tratado de Wisconsin (en referencia al buque de guerra estadounidense donde se firmó), el Presidente estadounidense Teodoro Roosevelt (1901-1909) –cuya política exterior se identificó con el llamado “big stick” (garrote)— “santificó” los antidemocráticos acuerdos entre las cúpulas del Partido Liberal y del Partido Conservador de Colombia, que dieron fin a la sangrienta “Guerra de los Mil Días” (1898-1901). Acto seguido, las fuerzas militares estadounidenses contribuyeron con el gobierno colombiano –presidido por José Manuel Marroquín (1990-1904)— a la derrota (y posterior asesinato) del líder popular panameño Victoriano Lorenzo.

Asimismo, con la anuencia del Departamento de Estado y como respuesta a la moratoria de pagos de la deuda externa proclamada por el dictador venezolano Cipriano Castro (1899-1908), buques de guerra ingleses, alemanes e italianos bombardearon salvajemente las ciudades costeras de La Guaira, Puerto Cabello, Maracaibo y San Carlos. Esas acciones sólo se suspendieron cuando el gobierno venezolano, mediante el llamado Tratado de Washington, aceptó someterse a un arbitraje internacional que –como era de esperar—, dos años más tarde falló a favor de los acreedores deVenezuela.

1903: Después de organizar una “revolución secesionista” en Panamá y siguiendo órdenes del presidente Theodore Roosevelt, la Marina de guerra estadounidense impidió el desembarco de las tropas colombianas que pretendían restablecer su soberanía sobre ese istmo. Acto seguido, la Casa Blanca negoció con la oligarquía de esa naciente “semirrepública” y con el empresario francés radicado en Nueva York, Philipe Baneau-Varilla, un Tratado por medio del cual Estados Unidos obtuvo el control absoluto sobre la llamada “Zona del Canal de Panamá”.

En la Constitución panameña –refrendada un año después por un Congreso espurio— se incluyeron cláusulas similares a las impuestas a Cuba mediante la Enmienda Platt. Entre ellas, el derecho a la intervención militar de Estados Unidos en los asuntos internos panameños y la incapacidad del gobierno de ese país de contraer deudas con otros países sin la autorización previa del gobierno estadounidense.

Paralelamente, unidades de la Infantería de Marina estadounidense desembarcaron en Santo Domingo –capital de la República Dominicana—, con el socorrido pretexto de “proteger los intereses nortamericanos” durante la guerra civil que se desarrollaba en ese país.

Adicionalmente, la Infantería de Marina desembarcó en Puerto Cortés, Honduras, con vistas a “proteger el Consulado y los intereses estadounidenses” afectados por los constantes enfrentamientos entre los partidarios de Partido Liberal –respaldado por la United Fruit Company— y del Partido Conservador, apoyado la Cuyamel Fruit Company y por otras empresas estadounidenses que venían penetrando la economía de ese país desde fines del siglo XIX.

1904: Con vistas a apoyar al débil y entreguista gobierno del ex sacerdote Carlos Morales Languasco (1903-1905), la Infantería de Marina estadounidense desembarcó en República Dominicana y se implicó en los combates de la llamada Guerra de la Desunión.

Posteriormente, el presidente Theodore Roosevelt proclamó su famoso corolario a la Doctrina Monroe. Según este, “el mal proceder crónico o una impotencia que desemboca en un aflojamiento general de los lazos de una sociedad civilizada, pueden en América (…) exigir la intervención de algún país civilizado, y en el hemisferio occidental el apego de Estados Unidos a la Doctrina Monroe, puede obligarlo (…) a ejercer un poder de policía internacional”. En los años sucesivos, tal inferencia sirvió como pretexto para brutales intervenciones militares de Estados Unidos en la Cuenca del Caribe.

De la misma forma, fuerzas militares norteamericanas mantuvieron su ocupación del territorio panameño con vistas a “proteger la construcción del Canal de Panamá” y a los gobiernos títeres instaurados en esa “semirrepública”.

1905: Tropas estadounidenses ocuparon República Dominicana y signaron con el presidente Carlos Morales Languasco la Convención de 1905, por medio de la cual se inició oficialmente la “intervención financiera” estadounidense sobre ese país.

1906: Tropas estadounidenses contribuyeron a sofocar la poderosa huelga obrera que paralizó las operaciones de la Green Consolidated Cooper, ubicada en el norteño Estado mexicano de Sonora. Además, colaboraron con la cruenta dictadura de Porfirio Díaz (1884-1911) en la sangrienta derrota de la insurrección popular encabezada por la llamada Junta del Partido Liberal mexicano.

Por otra parte, y en respuesta a la guerra que estalló entre Guatemala y El Salvador con el propósito de este último país de respaldar a los opositores a la sanguinaria dictadura del general guatemalteco Manuel Estrada Cabrera (1898-1920), la Casa Blanca intervino militarmente para lograr un armisticio entre los contendientes. Este se firmó a bordo del buque Marblehead, perteneciente a la Marina de guerra estadounidense.

Adicionalmente, y sobre la base de la Enmienda Platt, fuerzas militares norteamericanas ocuparon otra vez el archipiélago cubano en respuesta a una solicitud de su desacreditado presidente títere Tomás Estrada Palma (1902-1906). Esa ocupación se prolongó hasta 1909.

1907: Al estallar una guerra fratricida entre Honduras y Nicaragua, la Infantería de Marina estadounidense ocupó diversas ciudades de ambos países. Gracias a esa acción y a una “mediación” compartida con la dictadura mexicana, la paz se restableció en un acuerdo firmado en el buque Chicago, perteneciente a la Marina de guerra norteamericana.

Semanas después se inició otro conflicto armado entre Nicaragua y Guatemala. En esta ocasión, bajo la amenaza de la fuerza, la Casa Blanca “invitó” a los representantes de las cinco repúblicas centroamericanas a celebrar una Conferencia de Paz en Washington donde –bajo la tutela del Departamento de Estado— se aprobó un efímero Tratado General de Paz y Amistad.

Asimismo, bajo la protección de la armada estadounidense, el sanguinario y terrorista dictador Ramón (Mon) Cáceres (1906-1911), aceptó la prolongación indefinida de la “intervención financiera” de los Estados Unidos en República Dominicana.

1908: Con vistas a obligar a la dictadura de Cipriano Castro a que cumpliera las estipulaciones del Tratado de Washington de 1902, la Casa Blanca rompió sus relaciones diplomáticas con Venezuela y apoyó el golpe de Estado conducido por el general Juan Vicente Gómez. A tal fin, y con el pretexto de restablecer las relaciones diplomáticas, Theodore Roosevelt envió una flota de guerra al puerto de La Guaira, surgiendo así uno de los más largos y odiados regímenes terroristas de Estado de América Latina y el Caribe. Este se prolongó hasta 1935.

1909: Siguiendo los flamantes enunciados de la denominada “Diplomacia del Dólar” y organizada por el gobierno del presidente estadounidense William Taft (1909-1913), se desató una sublevación del Partido Conservador y de algunos sectores del Partido Liberal contra el prestigioso presidente nicaragüense José Santos Zelaya. Como esa “revolución” estaba a punto de ser derrotada, intervinieron en ella algunos buques de guerra estadounidenses. Además, la Casa Blanca rompió sus relaciones diplomáticas con Nicaragua y exigió la renuncia de Santos Zelaya, quien dejó en su lugar a su vicepresidente José Madriz (1909-1911), quien tampoco recibió el reconocimiento del gobierno de Estados Unidos.

1910: Bajo la presión de sus cañoneras, la Casa Blanca le impuso al presidente Antoine Simon (1908-1911) un crédito de la Casa Speyer and Co. y del National City Bank (ambos de Nueva York), así como el llamado Contrato Mac Donald, mediante los cuales el gobierno de Haití perdió su soberanía financiera y autorizó la penetración en su economía de diversos monopolios estadounidenses.

Paralelamente, unidades de la Marina de guerra de Estados Unidos ocuparon el puerto de Bluefields, Nicaragua, con el pretexto de “proteger los intereses norteamericanos”.

1911: Apoyado por la Embajada estadounidense en Nicaragua, se apoderó de la Presidencia el dirigente del Partido Conservador, Adolfo Díaz. Acto seguido, su representante en Washington firmó con el Secretario de Estado Philander Knox (1909-1913), un acuerdo similar a las Convenciones que, en 1905 y 1907, el “joven imperialismo” norteamericano le había impuesto a República Dominicana.

Al mismo tiempo, en Honduras una nueva intervención de la Infantería de Marina estadounidense logró el derrocamiento del Presidente liberal Miguel R. Dávila (1907-1911) y su sustitución por el conservador Manuel Bonilla (1912-1913), quien contó con el apoyo de la Cuyamel Fruit Company y de otros monopolios estadounidenses.

1912: La Infantería de Marina estadounidense ocupó Nicaragua para garantizar la elección “constitucional” de su títere Adolfo Díaz. Esa intervención se prolongó hasta 1925.

Paralelamente, tropas estadounidenses intervinieron en la “semirrepública” de Panamá para dirigir los comicios presidenciales en los que resultó electo, por primera vez, su títere Belisario Porras (1912-1916). También intervinieron nuevamente en Honduras, con el pretexto de “proteger los intereses de los Estados Unidos” frente a las fuerzas opositoras al gobierno de Manuel Bonilla, y en Cuba para respaldar la sangrienta y racista represión desatada por el gobierno títere del “liberal” José Miguel Gómez (1909-1913) contra el alzamiento del Partido Independiente de la Gente de Color.

Por otra parte, la Casa Blanca concentró 34 000 efectivos de su Ejercito en la frontera con México y buques de guerra estadounidenses incursionaron en las costas mexicanas con el propósito de presionar al gobierno de Francisco Madero (1911-1913) para que abandonara totalmente los postulados democráticos, populares, agrarios y nacionalistas de la Revolución mexicana de 1910, al igual que las negociaciones que estaba desarrollando con empresas privadas británicas y japonesas. Surgió así el llamado “corolario Taft a la Doctrina Monroe”: Esta podía verse desafiada en caso de que inversionistas “extra continentales” pusieran en “peligro” los intereses de las empresas estadounidenses en su “esfera de influencia”.

1913: La embajada estadounidense en México –encabezada por el tristemente célebre Henry Lane Wilson—, organizó un cuartelazo contra el gobierno de Francisco Madero y propició el llamado “Pacto de la Embajada”. Como parte tácita de ese pacto, el general Victoriano Huerta autorizó el asesinato de Madero y del vicepresidente Pino Suárez. También emprendió una draconiana represión contra las fuerzas populares y asumió de manera dictatorial la jefatura del país. Dada la pervivencia de las luchas de diferentes sectores de la sociedad mexicana contra esa dictadura, el recién electo Presidente estadounidense Woodrow Wilson (1913-1921), se negó a reconocer al gobierno de Huerta y emprendió diversas presiones políticas, económicas y militares dirigidas a derrocarlo. Paralelamente, la Infantería de Marina desembarcó en el Estero del río Yaqui, México, para evacuar a “ciudadanos estadounidenses y de otros países” que supuestamente corrían peligro por la guerra civil que se desarrollaba en ese país.

1914: A pesar de su retórica “democrática”, el Presidente estadounidense Woodrow Wilson autorizó la ocupación militar de la capital de Haití con vistas a presionar al breve gobierno de Davilmar Théodore para que resolviera todas las cuestiones litigiosas con los monopolios estadounidenses, así como para que le entregara el control de la bahía Molé Saint-Nicholas.

Paralelamente, en un nuevo intento por favorecer a las fuerzas reaccionarias que se oponían a los postulados de la Revolución mexicana de 1910, luego de una provocación prefabricada en el puerto de Tampico, la Infantería de Marina estadounidense –con el apoyo de la Marina de guerra— ocupó a sangre y fuego la ciudad de Veracruz y, en un acto típico del corzo y la piratería, se apropió de cerca de 8 millones de dólares depositados en la Aduana de esa Terminal portuaria.
Asimismo, fuerzas navales norteamericanas desembarcaron en República Dominicana con el pretexto de “detener el bombardeo de Puerto Plata” y de crear una “zona neutral” en Santo Domingo mientras se desarrollaba la guerra civil que provocó el sucesivo derrocamiento de varios mandatarios dominicanos.

1915: En razón de las presiones económicas y político-militares estadounidenses, fue derrocado el presidente de Haití, Davilmar Théodore. Lo sustituyó el general Vilbrum Sam, quien dada la resistencia popular y luego de autorizar el asesinato a sangre fría de decenas de presos políticos, se refugió en la Embajada francesa; pero un grupo de enardecidos lo sacó por la fuerza y lo ajustició en la vía pública. Tales acontecimientos fueron utilizados por Woodrow Wilson como uno de los pretextos –junto a las nunca demostradas pretensiones del Káiser de invadir Haití— para iniciar una prolongada y terrorífica ocupación militar de esa nación caribeña. Esta se prolongó hasta 1934.

La resistencia popular y campesina –durante la llamada “guerra de los cacos” (1912-1929)— fue aplastada a sangre y fuego, y empleando métodos terroristas por parte de la Infantería de Marina estadounidense y de sus cipayos haitianos. Estos incluyeron el bombardeo aéreo contra diversas zonas rurales y contra la población civil asentada en estas.

1916: Luego de desconocer la decisión del Congreso dominicano de nombrar como Presidente al médico Francisco Henríquez Carvajal, la Infantería de Marina estadounidense desembarcó, nuevamente, en República Dominicana. La resistencia popular y campesina —protagonizada por los denominados “gavilleros”— fue sangrientamente aplastada por las tropas estadounidenses. En consecuencia, hasta 1925, República Dominicana quedó sometida al régimen de terror instaurado por las fuerzas de ocupación estadounidenses.

Paralelamente, en la llamada “expedición punitiva”, 12 000 soldados norteamericanos comandados por el general John Pershing, respaldados por fuerzas de caballería, artillería y aviación, penetraron en la profundidad del territorio mexicano con el pretexto de castigar una intrascendente incursión militar realizada por un destacamento de las fuerzas de Pancho Villa contra la pequeña ciudad estadounidense de Columbus. Pese a las protestas de las fuerzas “constitucionalistas” encabezadas por Venustiano Carranza, durante un año, las tropas comandas por el general Pershing cometieron diversos desmanes contra la población civil mexicana.
1917: Destacamentos de la Infantería de Marina estadounidense salieron de la mal llamada Base Naval de Guantánamo, Cuba, con vistas a apoyar la fraudulenta reelección del presidente conservador Mario García Menocal (1913-1921) y sofocar la insurrección encabezada por el también corrupto caudillo del Partido Liberal y ex presidente José Miguel Gómez. Aunque la mayor parte de esas fuerzas militares abandonaron el territorio cubano dos años más tarde, algunas unidades permanecieron en la isla hasta 1922.

Luego de su tardía incorporación a la Primera Guerra Mundial (1914-1918), la administración estadounidense de Woodrow Wilson, presionó a todos los gobiernos latinoamericanos con vistas a que le declararan la guerra o rompieran sus vínculos con las llamadas Potencias Centrales y en particular con Alemania. En ese contexto, el ejecutivo y el Congreso –en un nuevo paso dirigido a lograr la anexión de Puerto Rico-, aprobaron la Ley Jones que impuso la ciudadanía estadounidense a los puertorriqueños. Y pese a la retirada de las tropas del general Pershing, las fuerzas navales de los Estados Unidos mantuvieron ocupadas las aguas de diversos puertos mexicanos con el pretexto de defenderlos de “las incursiones de los submarinos alemanes”.

Por otra parte, la Casa Blanca intervino activamente en los conflictos internos que se presentaron en Costa Rica luego del golpe de Estado –encabezado por el general Federico Tinoco (1917-1919)— que derrocó al gobierno pro imperialista de Cleto González Flores (1914-1917), apoyado por la United Fruit Company (UFCO). El gobierno de Tinoco nunca fue reconocido por Estados Unidos.
1918: Luego de la muerte del presidente “constitucional” Ramón M. Valdés (1916-1918), las tropas estadounidenses acantonadas en la Zona del Canal ocuparon las ciudades de Panamá y Colón con el propósito de contener el descontento popular que se había desatado contra los afanes del presidente provisional, Ciro Luis Urriola, de prolongar su mandato. También para proteger los intereses del latifundista estadounidense William G. Chase y de la Chiriquí Land Company, filial de la UFCO. Como fruto de esas intervenciones (que se extendieron hasta 1920), de manera intermitente ocupó en dos ocasiones la presidencia de Panamá el títere de Estados Unidos, Belisario Porras.

Inmediatamente después de culminada la Primera Guerra Mundial y en medio de la guerra civil que continuaba afectando a México, comenzó otra campaña de la Casa Blanca contra el ya presidente constitucional mexicano Venustiano Carranza (1917-1920). Como parte de esta, las fuerzas armadas estadounidenses violaron las fronteras mexicanas, al menos en tres ocasiones, con el reiterado pretexto de “perseguir bandidos”. Como consecuencia de esas incursiones –en las que fueron asesinados varios ciudadanos mexicanos—, en la región de Nogales, se produjeron fuertes combates entre tropas mexicanas y estadounidenses.

1919: Gracias a una mañosa enmienda propuesta por el presidente Woodrow Wilson durante la Conferencia de Paz efectuada en el Palacio de Versalles, París, y pese a la resistencia de diversos gobiernos latinoamericanos, en el artículo 21 de los Estatutos de la naciente Liga de las Naciones se “santificó” la supuesta congruencia de la Doctrina Monroe con el Derecho Internacional Público. Igualmente, como parte de su “guerra no declarada” contra México, Wilson consiguió que el gobierno de ese país fuera excluido de esa organización internacional.

Paralelamente, con la participación de 3 500 soldados norteamericanos y con el recurrente pretexto de “perseguir bandidos”, fueron brutalmente diezmadas las fuerzas militares encabezadas por Pancho Villa y los indígenas Yaqui (comandadas por su jefe Mori) que lo apoyaban. Con ese y otros fines, tropas estadounidenses violaron, al menos en seis ocasiones, la soberanía mexicana.

A la vez, Unidades de la Infantería de Marina ocuparon varios puertos de Honduras con vistas a consolidar en el poder a su títere, el conservador Rafael López Gutiérrez (1919-1924). El pretexto utilizado en esa ocasión fue “mantener el orden” y crear una “zona neutral” entre los contendientes que disputaban el poder político en ese país.

1920: Fuerzas militares estadounidenses desembarcaron en Guatemala con el pretexto de defender “la vida y los bienes de los ciudadanos estadounidenses” durante la sangrienta insurrección popular que derrotó a la prolongada satrapía pro imperialista del general Manuel Estrada Cabrera (1898-1920). En esa ocasión, ocupó el gobierno Carlos Herrera, impulsor de la llamada Republica Tripartita centroamericana. Las presiones económicas, políticas, diplomáticas y militares de la administración de Woodrow Wilson favorecieron el golpe de Estado que, un año después –ya bajo la presidencia del republicano estadounidense Warren Harding (1921-1923)—, derrocó a Herrera e instauró la dictadura del general José María Orellana (1921-1926).

1921: Tropas estadounidenses acantonadas en la Zona del Canal de Panamá, participaron en la represión de las manifestaciones populares contra el tercer gobierno del presidente “liberal” Belisario Porras (1920-1924). Esas manifestaciones adquirieron toda su magnitud a causa de la actitud entreguista adoptada por ese mandatario durante e inmediatamente después de la guerra fratricida que enfrentó a Costa Rica (respaldada por la UFCO) y a Panamá (instigada por la American Banana Company) en torno al fértil valle del Coto.

A pesar de que, por voluntad del gobierno de Estados Unidos, Panamá carecía de fuerzas militares, la Casa Blanca respaldó las aspiraciones territoriales de Costa Rica y, por ende, el dominio que ejercía la UFCO sobre ese país. A tal fin, la Marina de guerra estadounidense desplegó unidades navales a ambos lados del Canal de Panamá.

1922: El Departamento de Estado “negoció” con el antipopular gobierno de El Salvador –entonces presidido por su títere Jorge Meléndez (1921-1924)— un empréstito dirigido a cancelar sus deudas con el Reino Unido. Como garantía de pago, representantes de Estados Unidos se apoderaron de la Aduana salvadoreña y observaron con mirada cómplice el régimen de terror que se impuso en ese país.

Una actitud parecida adoptó la Casa Blanca frente a las dictaduras militares –capitaneadas por los generales y luego presidentes “constitucionales” José María Orellana (1921-1926) y Lázaro Chacón (1926-1930)— que se instauraron en Guatemala entre diciembre de 1921 y diciembre de 1930. Ambos les realizaron nuevas concesiones a los monopolios estadounidenses, en particular a la UFCO.

1923: Bajo la tutela del Secretario de Estado norteamericano, Charles Evans Hughes (1921-1925), en la llamada Conferencia de Washington, los gobiernos de Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica reactivaron y actualizaron el Tratado de Paz y Amistad de 1907. Según este, ninguno de los gobiernos de esos países apoyaría, ni les daría reconocimiento a las fuerzas insurgentes contra los gobiernos “constitucionalmente” establecidos.

1924: En la llamada Conferencia de Amapala, bajo la presión de sus fuerzas militares, y con el pretexto de “interponerse” entre los bandos de la llamada “guerra triangular” que enfrentaba a las huestes de los candidatos presidenciales Tiburcio Carías Andino (conservador, respaldado por la UFCO), Policarpo Bonilla (liberal, apoyado por la Cuyamel Fruit Company) y del independiente Juan Arias, el representante del entonces presidente republicano Calvin Coolidge (1923-1929), impuso un nuevo gobierno encabezado entre 1925 y 1929 por el “independiente” Miguel Paz Barahona.

Por otra parte, y bajo el control de la Infantería de Marina estadounidense y de sus testaferros de la Guardia Constibularia (Policía Militarizada), se efectuaron en República Dominicana elecciones presidenciales. En ellas fue electo el general Horacio Vásquez (1924-1930), quien ratificó todos los actos de la ocupación militar estadounidense y aceptó la denominada Convención de 1924. Esta prolongó, durante cerca de veinte años, la “intervención financiera” de los Estados Unidos en ese país caribeño.

1925: El aventurero Richard O. March, ex encargado de negocios de Estados Unidos en Panamá, intentó dividir el territorio de ese país mediante la creación de la llamada “República de Tule”. Ante el fracaso de su intento y la indignación que produjo en el pueblo panameño, March fue rescatado y trasladado hacia su país en un buque de guerra estadounidense. Previamente, y a solicitud del presidente panameño Rodolfo Chiari (1924-1928), la Infantería de Marina estadounidense reprimió violentamente la célebre “huelga de los inquilinos” que estremeció la capital panameña.

Paralelamente, fuerzas militares norteamericanas desembarcaron nuevamente en Honduras con el pretexto de “proteger a los extranjeros” afectados por el conflicto civil que se produjo a causa del rechazo de los partidos liberal y conservador, al gobierno presidido por Miguel Paz Barahona.
1926: Ante la incapacidad del dictador nicaragüense Adolfo Díaz para controlar la situación del país, fuerzas militares estadounidenses ocuparon nuevamente Nicaragua; ahora con el pretexto de “la debilidad” de ese país para resistir las agresiones de los presuntos “agentes del bolcheviquismo mexicano”. Esa intervención se prolongó hasta 1933.

1928: Bajo la tutela de la Infantería de Marina estadounidense, fue “electo” como Presidente “constitucional” de Nicaragua el general liberal José María Moncada (1929-1932); quien –con el apoyo de las fuerzas armadas norteamericanas— desplegó una política de tierra arrasada (incluido bombardeos aéreos) contra todos los sectores de la población civil que respaldaban al “pequeño Ejército Loco”, encabezado por el General de Hombres Libres, Augusto César Sandino.

1929: Tratando de sofocar las crecientes resistencias contra la brutal ocupación militar norteamericana de Haití, el presidente títere Joseph Borno (1920-1930) implantó la Ley Marcial y la soldadesca estadounidense –junto a sus testaferros de la gendarmerie—, masacrando una pacífica manifestación campesina que se movía desde la zona de Marchaterre hacia Aux Cayes. Según algunos historiadores, con tal acto y otras brutales acciones represivas, la Infantería de Marina estadounidense, finalmente logró derrotar la prolongada resistencia campesina que se había manifestado a través de la llamada “guerra de los cacos”.

1930: Bajo el chantaje de mantener indefinidamente la ocupación militar, el presidente republicano Herbert Hoover (1929-1933) obligó al nuevo mandatario haitiano, Sténio Vincent, a negociar de manera secreta un Tratado que permitiera la “salida paulatina y ordenada” de las tropas estadounidenses de Haití.

Paralelamente, en la República Dominicana, el entonces jefe de la Guardia Constibularia, Rafael Leónidas Trujillo, consumó un golpe de Estado. Este fue santificado por la Casa Blanca, iniciándose así –con el respaldo oficial estadounidense— otra de las satrapías y otro de los regímenes terroristas más sanguinarios y prolongados (31 años) de América Latina y el Caribe.

1931: Con el decidido apoyo del embajador norteamericano en Ciudad Guatemala, Sheldon Whitehouse llegó al poder, luego de un golpe de Estado, el célebre dictador guatemalteco, general Jorge Ubico (1931-1944), quien instauró otros de los regímenes terroristas que han asolado a ese país centroamericano. Ubico, instigado por la UFCO, emprendió un nuevo plan dirigido a derrocar al gobierno hondureño presidido por el liberal Vicente Mejía Colindres (1929-1932), quien contaba con el respaldo de la Cuyamel Fruit Company. Tal conflicto fratricida finalmente no se desencadenó en razón de la decisión de los dueños de esa compañía de venderle sus propiedades a la UFCO.

1932: Bajo la protección de los buques de guerra estadounidenses surtos en el puerto salvadoreño de Acajatla, el dictador Maximiliano Hernández (1931-1944) asesinó a sangre fría a 30 000 salvadoreños –muchos de ellos indígenas—, como respuesta terrorista y genocida a la frustrada insurrección popular encabezada por Farabundo Martí.

Por otra parte, con el apoyo de la Casa Blanca, fue “constitucionalmente” electo para la presidencia de Honduras el general conservador Tiburcio Carías Andino, quien instauró un férreo régimen de terror hasta 1946.

Paralelamente, se inició la Guerra del Chaco entre Paraguay y Bolivia. Detrás de ese sangriento conflicto fratricida estuvieron los intereses encontrados de la Standard Oil de New Jersey (que impulsó a Bolivia) y de la empresa anglo-holandesa Royal Dutch Shell. Esta respaldó a Paraguay.

FIN DE LA SEGUNDA PARTE

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