martes, 13 de enero de 2009

Una más de pinches yanquis de mierda!

PRESIONADAS PARA TENER RELACIONES SEXUALES CON SOLDADOS ESTADOUNIDENSES, ASEGURAN SURCOREANAS

SEUL
.- Corea del Sur ha criticado con dureza y por años los esfuerzos evasivos de Japón con respecto al grado de responsabilidad que tiene por uno de los capítulos más horrendos de su historia en tiempos bélicos: la esclavización de mujeres coreanas y otros países para que trabajaran en burdeles que atendían al ejército imperial de Japón.

Hoy día, un grupo de prostitutas en Surcorea ya acusó a los ex dirigentes de su país de un abuso de otro tipo: haberlas exhortado a tener relaciones sexuales con los soldados estadounidenses que protegían a Surcorea de Norcorea. Además, acusan a gobiernos anteriores de Surcorea, así como a las fuerzas armadas de Estados Unidos, por haber participado directamente en el comercio sexual, trabajando en combinación a fin de crear un sistema de exámenes y tratamientos para asegurarse que las prostitutas estuvieran exentas de enfermedades para los soldados estadounidenses.

Si bien las mujeres no han reclamado que oficiales surcoreanos o estadounidenses las hayan obligado a prostituirse, acusan a sucesivos gobiernos coreanos de una profunda hipocresía cuando se pronunciaron por pago de reparaciones de Japón, al tiempo que se negaron a estudiar de cerca la propia historia de Surcorea.

"Nuestro gobierno fue un gran proxeneta para las fuerzas armadas de Estados Unidos", dijo una de las mujeres, Kim Ae-ran, de 58 años de edad, en una entrevista reciente.

Algunos académicos que discuten el tema dicen que el gobierno surcoreano fue motivado, en parte, por los temores a que las fuerzas armadas de Estados Unidos pudieran marcharse, y que el país quería hacer lo que estuviera en su mano por impedirlo.

No obstante, las mujeres dejan entrever que el gobierno también las consideraba como productos que se debían usar en el apuntalamiento de la titubeante economía del país, en las décadas posteriores a la Guerra de Corea. Dicen que el gobierno no solamente patrocinaba clases para ellas de inglés básico y etiqueta elemental -- enfocados a ayudarles a que se vendieran con mayor efectividad _, sino que también enviaban a burócratas para que las elogiaran por ganar dólares cuando Surcorea estaba desesperada por divisa extranjera.

"Ellos nos exhortaron a vendernos a los soldados tanto como fuera posible, felicitándonos y llamándonos patriotas que ganan dólares", contó Kim.

Las fuerzas armadas de Estados Unidos, dicen los académicos, se involucraron en esfuerzos con miras a regular el comercio en los poblados de campamentos en torno a las bases, debido a preocupaciones relacionadas con enfermedades de transmisión sexual.

En uno de los alegatos más incendiarios, algunas mujeres dicen que la policía militar de Estados Unidos y oficiales surcoreanos efectuaron redadas con regularidad en centros nocturnos desde los años 60 hasta los 80, yendo en busca de mujeres que, se creía, estaban diseminando las enfermedades. Ellos elegían a las mujeres usando los números que, comentan las mujeres, los burdeles las obligaban a usar para que los soldados pudieran identificar con mayor facilidad a sus compañeras sexuales.

Después, la policía coreana solía detener a las prostitutas que creía presentaban alguna enfermedad, dijeron las mujeres, encerrándolas bajo custodia en las denominadas jaulas de monos, donde las ventanas tenían barras de herrería. Ahí, las prostitutas eran obligadas a tomar medicina hasta que estuvieran bien.

Estas mujeres, las cuales buscan una compensación y una disculpa, se han comparado a sí mismas con las denominadas "mujeres de confort", las cuales se han ganado amplia simpatía popular luego de haber sido obligadas por los japoneses a prostituirse durante la II Guerra Mundial. Sea que son prostitutas por elección, necesidad o coerción, dicen las mujeres, en su totalidad fueron víctimas de las políticas gubernamentales.

"Si la pregunta es, ¿hubo complicidad activa del gobierno y apoyo a la prostitución en ese tipo de campamentos? Sí; tanto por los gobiernos coreanos como por las fuerzas armadas de Estados Unidos", dijo Katharine H.S. Moon, académica que escribió acerca de las mujeres en su libro de 1997, "Sexo entre aliados".

El Ministerio de Igualdad de Géneros en Surcorea, que maneja temas de la mujer, se negó a ofrecer comentarios acerca de las acusaciones de las ex prostitutas. Lo mismo hizo el mando militar de Estados Unidos en Seúl, que respondió con una declaración general en cual dijo que las fuerzas armadas "no condonan o apoyan las actividades ilegales del tráfico humano y la prostitución".

El New York Times entrevistó a ocho mujeres que trabajaron en burdeles en diversos momentos desde los años 50 hasta los 90, para este artículo, amén que fueron revisados documentos surcoreanos y de Estados Unidos. Estos documentos efectivamente proporcionan cierto sustento a los alegatos de muchas de las mujeres, aunque en su mayoría son instantáneas atrapadas en el tiempo. Las mujeres sostienen que las presuntas prácticas ocurrieron a lo largo de las décadas.

Las mujeres recibieron cierto apoyo para sus reclamos en 2006, por parte de un ex funcionario gubernamental. En una entrevista por televisión, este oficial, Kim Kee-joe, quien fue identificado como uno de los enlaces de alto nivel con las fuerzas armadas de Estados Unidos, dijo: "Aunque no las exhortamos activamente a que participaran en la prostitución, nosotros, particularmente los de oficinas municipales, a menudo sí les comentamos que eso no era algo malo para el país".

Las transcripciones de audiencias parlamentarias también dejan entrever que al menos algunos dirigentes surcoreanos vieron la prostitución como algo similar a una necesidad. En un intercambio de 1960, dos legisladores exhortaron al gobierno a que entrenara una reserva de prostitutas para que cubrieran lo que uno de ellos denominó como las "necesidades naturales" de soldados aliados e impedir que gasten sus dólares en Japón en vez de hacerlo en Surcorea. El viceministro del Interior de esa época, Lee Sung-woo, respondió que el gobierno había logrado cierto progreso en el "abasto de prostitutas" y en el "sistema recreativo" para tropas de Estados Unidos.

Tanto Kim como Moon respaldan las afirmaciones de las mujeres en el sentido que el control de las enfermedades venéreas era uno de los principales factores impulsando a ambos gobiernos. Aseguran que la coordinación de los gobiernos se volvió particularmente marcada a medida que fueron creciendo los temores coreanos en relación con un retiro de Estados Unidos, luego que el Presidente Richard M. Nixon anunciara planes en 1969 con miras a reducir el número de efectivos militares de Estados Unidos en Surcorea.

"La idea consistía en crear un ambiente en el cual los invitados fueran atendidos bien en los campamentos-poblado, para así disuadirlos de marcharse", explicó Kim en la entrevista por televisión.

Moon, catedrático en el Colegio Wellesley, dijo que los minutas de reuniones entre oficiales militares de Estados Unidos y burócratas coreanos en los años 70 demostraron hasta dónde irían ambos países a fin de prevenir una epidemia. Los minutas incluían recomendaciones para "aislar" a mujeres que estaban enfermas y garantizar que recibieran tratamiento, esfuerzos gubernamentales por un registro de prostitutas y exigirles que cargaran consigo certificados médicos, aunado a un informe de 1976 acerca de redadas conjuntas para aprehender a prostitutas que no estaban registradas o no se habían presentado a revisiones médicas.

En esos días, aún existían los campamentos-poblado, pero a medida que la economía surcoreana logró despegar, mujeres de las Filipinas empezaron a reemplazarlas.

Muchas ex prostitutas viven en estos campamentos-poblado, aisladas de la sociedad general, que las evita deliberadamente. En su mayoría son pobres. Algunas viven obsesionadas con los recuerdos de hijos mestizos que dieron en adopción en el extranjero.

Jeon, de 71 años de edad, quien accedió a conversar solamente si era identificada por su apellido, dijo que ella fue una huérfana de guerra a los 18 años, en 1956, cuando el hambre la llevó hasta Dongduchon, campamento-poblado cercano a la frontera con Norcorea. Tuvo un hijo en los años 60 pero quedó convencida de que tendría un futuro mejor en Estados Unidos y lo dio en adopción, cuando él tenía 13 años de edad.

Aproximadamente 10 años atrás, su hijo, ya como soldado estadounidense, regresó a visitarla. Ella le dijo que la olvidara.

"Fallé como madre", dijo Jeon, quien vive con los cheques del seguro social y el poco dinero que gana vendiendo artículos que pepena de la basura de otra gente. "Yo no tengo derecho alguno de depender de él ahora".

"Mientras más pienso en mi vida, más creo que las mujeres como yo fueron el mayor sacrificio por la alianza de mi país con los estadounidenses", dijo. "Cuando reflexiono sobre el pasado, pienso que mi cuerpo no era mío, sino del gobierno y de los militares de Estados Unidos".

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