martes, 13 de enero de 2009

El Ansia de figurar.

Emile Armand

En nuestro tiempo, todo el mundo va enmascarado; y nadie se preocupa de ser y sí únicamente de parecer.
Parecer! He aquí el ideal supremo; y si tan ardientemente se desea la posición y la riqueza, es por que se sabe que solo el dinero permite figurar.
Esta manía, esta pasión, esta tendencia a la apariencia y a todo lo que la proporciona, devora al rico y al pobre, al instruido y al ignorante.
El obrero que maldice de su patrón, desea ocupar un lugar igual; el negociante que se aprecia de honrado, no repara en los sucios procedimientos de su profesión, mientras le reporten ventajas; el comerciante en pequeño, miembros de los comités electorales, patriotas y nacionalistas, se apresura a exportar sus artículos a los fabricantes extranjeros, ya que en ello ve provecho; el diputado socialista, abogado del mísero proletario que vive amontonado en la peor ciudad, veranea y descansa en un palacio o habita los mejores barrios de la capital, donde el aire se respira abundante y puro. El librepensador todavia se casa voluntariamente por iglesia y bautiza a sus hijos. El religioso no osa hacer gala de sus creencias, por que es de buen tono ridiculiza la religión.
Así, pues, ¿Donde encontrar la sinceridad? A todo se extiende la gangrena. La encontramos en el seno de la familia, donde frecuentemente padres e hijos se odian y se engañan, diciendo que se aman y sobre todo haciendolo creer; la vemos en las parejas que, mal avenidas, se traicionan, sin atreverse, no obstante a romper los lazos que los encadenan; se percibe en las agrupaciones, donde cada individuo busca el modo de suplantar al vecino en la estimación del presidente, del secretario o del tesorero, acechando siempre algunos, los más ambiciosos, el momento propicio para arrebatarles el puesto, cuando no puedan sacarles ya otras ventajas; abunda en los actos de abnegación, en las acciones de relumbrón, en los discursos oficiales. Parecer! Parecer!... Parecer puro, desinteresado, generoso, cuando se consideran pureza, desinterés y generosidad como vanos espejismos. Moral, honrado, virtuoso, cuando la probidad, la virtud, la moralidad, son la menor preocupación de los que dicen profesarlas.
¿Dónde encontrar alguien que se escape a la corrupción, que se conforme a no figurar?...
Sin embargo, no pretendemos asegurar que no haya habido y haya alguno, pero sí hacemos constar que son rarísimas las personas eminentemente sinceras, y afirmamos que el número de seres humanos que obran desinteresadamente es reducídisimo.
A mí me inspira más respeto el individuo que declara cínicamente querer gozar de la vida aprovechándose de otro que el burguéz liberal y filántropo, cuyos labios pronuncian palabras tan bellas como hipócritas, puesto que ha hecho su fortuna explotando disimuladamente a los desgraciados.
Se nos objetará que nos dejamos llevar de nuestra indignación; que nada prueba en principio, que nuestra cólera o nuestras invectivas no sean también una manera de figurar... [...]Nuestro objeto es hacer reflexionar a los que nos lean, sin prejuicio de admitir o rechazar lo que no cuadre con sus propias concepciones.

No hay comentarios: