viernes, 17 de abril de 2009

Chomsky: "la relación Cuba-Estados Unidos"

Cuba en el punto de mira; a casi medio siglo de terror

Coincidiendo con todo lo que se habla actualmente en la cumbre de las Americas en relación a una flexibilizacion de las relaciones de Estados Unidos hacia Cuba vale la pena recurrir al maestro Noam Chomsky el mas importante disidente intelectual de nuestro tiempo, linguista, filósofo, crítico social, profesor emérito del MIT, donde ha enseñado por mas de medio siglo, autor de una cantidad impresionante de libros

En su libro, "Hegemony or survival, America's quest for global dominance", continúa su profundo análisis de la violencia de estado y el terrorismo de estado, recordándonos que "terror" no constituye aquello que pequeños grupos apátridas acometen sobre naciones grandes y fuertes. En cambio, Chomsky sugiere que la historia es, en cierta medida, una historia del terrorismo de estado y que EEUU se ha destacado en su práctica desde hace tiempo.

Uno de los objetivos favoritos de EEUU ha sido Cuba, país que ha sido víctima de una incesante campaña del terrorismo de estado por parte de EEUU durante casi medio siglo.

El mundo presenció "el momento más crítico de la historia" durante la crisis de los misiles. Sin embargo para Cuba, dicho momento comenzó en realidad poco después de que las fuerzas guerrilleras de Fidel Castro derrocaran la dictadura de Fulgencio Batista, y ha continuado hasta hoy.

Este extracto del libro de Chomsky, resulta especialmente relevante a la luz de las intenciones aparentes de la nueva administracion norteamericana en el sentido de buscar un acercamiento hacia el gobierno de la isla.

La dictadura de Batista fue derrocada por las fuerzas rebeldes de Castro en enero de 1959. Para marzo, el Consejo Nacional de Seguridad de EEUU (NSC) ya buscaba la manera de forzar un cambio de régimen. En mayo, la CIA comenzó a armar guerrilleros dentro de Cuba. "Durante el invierno de 1959-1960, hubo un aumento considerable de atentados organizados por la CIA y de ataques incendiarios piloteados por exiliados cubanos" con base en EEUU. No es difícil imaginar las intenciones de EEUU y sus clientes ante tales circunstancias. Sin embargo, Cuba no respondió con acciones violentas dentro de EEUU por venganza o disuasión. Al contrario, Cuba decidió apegarse al protocolo que exige el derecho internacional. En julio de 1960, Cuba acudió a la ONU, remitiendo al Consejo de Seguridad documentación de aproximadamente veinte bombardeos, incluyendo nombres de pilotos, números de matrícula de los aviones, bombas sin explotar y otros detalles específicos, acusando daños considerables, pérdida de vidas y exigiendo una resolución diplomática al conflicto. El embajador estadunidense Henry Cabot respondió asegurando que "EEUU no tiene planes de agredir a Cuba". Cuatro meses antes, en marzo de 1960, su gobierno había tomado secretamente la decisión formal de derribar el gobierno de Castro y los preparativos para invadir Bahía de Cochinos iban ya bien avanzados.

A Washington le preocupaba la posibilidad de que los cubanos fueran capaces de defenderse. Allen Dulles, director de la CIA, rogó entonces a Inglaterra que no le facilitara armas a Cuba. Su "razón principal", informó el embajador británico a Londres, "era que eso llevaría a los cubanos a solicitar armas a Rusia o al bloque soviético", un acto que "traería graves consecuencias", según Dulles, permitiendo a Washington presentar a Cuba como un riesgo para la seguridad del hemisferio, de acuerdo con el guión que había funcionado tan bien en Guatemala. Dulles se refería al éxito obtenido por Washington en desmantelar el primer experimento democrático en ese país, que trajo un respiro de diez años de paz y progreso muy temido en Washington debido al enorme apoyo popular que revelaron los servicios de inteligencia de EEUU, y al "factor ejemplo" de cómo ciertas medidas sociales y económicas benefician a la gran mayoría. La amenaza soviética se invocaba cotidianamente, a causa de la petición de armas que hizo Guatemala al bloque soviético después de que EEUU amenazara con atacar y suprimir otras fuentes de abastecimiento. El resultado fue casi medio siglo de terror, peor aún que la tiranía anterior, apoyada por EEUU.

Para Cuba, las intrigas por parte de los pichones de Washington eran parecidas a las de Dulles, el director de la CIA. Arthur Schlesinger advirtió al presidente Kennedy acerca de las "inevitables repercusiones políticas y diplomáticas" que ocasionaría el plan de invadir Cuba con un ejército mercenario y a su vez, sugirió intentar inculpar a Castro en algún tipo de operación que pudiera servir como pretexto a la invasión: "Se podría concebir una operación fantasma, digamos en Haití, que a su tiempo pudiera inducir a Castro a enviar tropas a una playa haitiana, lo cual pudiera ser interpretado como un intento de derrocar el régimen haitiano... entonces la cuestión ética se diluiría y la campaña anti estadunidense tropezaría desde el principio". Cabe señalar que el régimen del sanguinario dictador Papa Doc Duvalier recibía el apoyo de EEUU (aunque con ciertas reservas), de manera que cualquier tipo de ayuda para que los haitianos lo destituyeran sería considerado un crimen.

El plan de Eisenhower de marzo de 1960 proponía el derrocamiento de Castro para instituir un régimen "más fiel a los verdaderos intereses del pueblo cubano y también más adecuado para EEUU", e incluía apoyo para una "operación militar en la isla", y para "el desarrollo de una competente fuerza paramilitar fuera de Cuba". Fuentes de inteligencia informaron de que el apoyo popular a Castro era elevado; aún así, EEUU determinaría los "verdaderos intereses del pueblo cubano". El cambio de régimen se ejecutaría "de manera que se ocultaría la evidencia de la intervención estadunidense", debido a la esperada reacción en Latinoamérica y a los problemas de la administración doctrinaria dentro de EEUU.

Operación Mangosta

La invasión de Bahía de Cochinos vino un año más tarde, en abril de 1961, después de que Kennedy llegara al poder. Fue autorizada bajo un clima de "histeria" hacia Cuba en la Casa Blanca, como testificó posteriormente Robert McNamara ante el comité Church del senado. Durante la primera reunión del gabinete tras la fallida invasión, el ambiente era "algo feroz", como reveló en privado Chester Bowles: "había una exhortación casi frenética por un plan de acción", Dos días después, en la sesión del NSC, Bowles percibió el ambiente "igualmente tenso" y le impresionó "la enorme falta de integridad moral" que imperaba. Esa actitud era evidente en los discursos de Kennedy: "las sociedades conformistas, indulgentes y débiles serán arrastradas con los desechos de la historia. Solamente los fuertes...prevalecerán", declaró al país, marcando la pauta que sería utilizada con éxito por Reagan durante sus propias campañas de terror. Kennedy estaba al tanto de que los aliados "nos consideran algo desquiciados" por nuestra obsesión por Cuba; una opinión que persiste hasta hoy.

Kennedy llevó a cabo un aplastante embargo difícil de soportar para un pequeño país el cual había pasado a ser una "simple colonia" de EEUU sesenta años después de haberse "liberado" de España. También ordenó intensificar la campaña terrorista: "Le pidió a su hermano, el Fiscal General Robert Kennedy, que dirigiera el conglomerado de agencias de alto nivel que supervisó la Operación Mangosta, para ejecutar una campaña de operaciones paramilitares, hostilidad económica y sabotaje lanzada a fines de 1961 a fin de conjurar los "horrores del mundo" sobre Fidel Castro y en breve, derrocarlo".

La campaña terrorista no era "ninguna broma", expresa Jorge Domínguez en su análisis de ciertos documentos desclasificados sobre operaciones bajo el mandato de Kennedy; materiales que han sido "intensamente higienizados" y que constituyen "sólo la punta del iceberg", añade Piero Gleijeses.

La Operación Mangosta fue "la pieza central de la política estadunidense hacia Cuba desde finales de 1961 hasta el comienzo de la crisis de los misiles en 1962", informa Mark White del programa sobre el cual los hermanos Kennedy "llegaron a basar sus esperanzas". Robert Kennedy comunicó a la CIA que el asunto cubano "conlleva la máxima prioridad para el gobierno de los Estados Unidos; lo demás es secundario. No vamos a escatimar ni tiempo, ni esfuerzo ni recursos humanos" en el intento de destituir el régimen de Castro. El jefe de operativos de la Operación Mangosta, Edward Lansdale, elaboró un calendario que culminaría con la "sublevación masiva y el derrocamiento del régimen comunista" en octubre de 1962. La "resolución final" del programa comprendía "una victoria rotunda que precisaría la decisiva intervención del ejército estadunidense" una vez que el terrorismo y la subversión se hubiesen establecido, lo cual indicaba que la intervención militar de EEUU tendría lugar en octubre de 1962, justamente cuando irrumpió la crisis de los misiles.

En febrero de 1962 la Junta de Estado Mayor impulsó un plan más drástico que el de Schlesinger: se utilizarían "técnicas de encubrimiento... para engatusar y provocar a Castro, o a un subordinado impulsivo, a cometer un acto abiertamente hostil en contra de EEUU; lo cual serviría de justificación para que EEUU no solamente tomara represalias sino que eliminara a Castro con rapidez, violencia y determinación". En marzo, a instancias del Proyecto Cuba del Departamento de Defensa, la Junta de Estado Mayor envió un memorando al Secretario de Defensa Robert McNamara esbozando los "pretextos que ellos consideraban que pudieran usarse para justificar una intervención militar estadunidense en Cuba". El plan se llevaría a cabo "si una revuelta civil resulta imposible de lograr en los próximos nueve o diez meses", pero antes de que Cuba estableciera relaciones con Rusia que pudieran "implicar directamente a la Unión Soviética".

Un prudente uso del terror debería evitar riesgos al responsable.

El plan de marzo era fabricar "sucesos sin relación aparente a fin de ocultar el principal objetivo y crear a gran escala la indispensable imagen de una Cuba temeraria e irresponsable, para proyectarla hacia otros países así como a los propios EEUU, "colocando a EEUU en la comprometida posición de soportar afrentas injustificadas [y desplegando] la imagen de Cuba a nivel internacional como una amenaza para la paz del hemisferio". Las medidas propuestas incluían hacer explotar un navío estadunidense en Guantánamo con el objetivo de crear "un incidente del tipo 'recuerden el Maine'", publicando listas de bajas en periódicos para "incitar una eficaz oleada de indignación nacional", mostrando las investigaciones cubanas como "evidencia bastante confiable de que el navío había sido atacado", ejecutando una "campaña de terror cubano comunista [en Florida] e incluso en Washington", empleando incendiarios del bloque soviético para invadir y quemar campos de caña en países vecinos, derribando un aeroplano a control remoto haciéndolo pasar por un avión civil lleno de estudiantes en vacaciones y otras estratagemas igualmente ingeniosas que no se realizaron, pero que denotan el clima "feroz" y "frenético" que prevalecía.

El 23 de agosto, el presidente emitió el Informe de Seguridad Nacional 181, "una llamada a impulsar la rebelión civil que antecedería a la intervención militar de EEUU", empleando "importantes programas, maniobras, y transporte de tropas y pertrechos del ejército estadunidense" bastante conocidos por Cuba y Rusia. En agosto también se intensificaron los atentados terroristas, incluyendo el acribillamiento desde una lancha rápida de un hotel de costa cubano "donde se sabía que se reunían técnicos militares soviéticos, matando muchos rusos y cubanos", ataques a cargueros ingleses y cubanos, contaminación de remesas de azúcar, y otras atrocidades y sabotajes, en su mayoría realizados por grupos de exiliados cubanos que gozaban de gran libertad de acción en Florida. Unas semanas después sobrevino el "momento más crítico de la historia."

"Mala prensa en países amigos"

Las operaciones terroristas persistieron durante los momentos más graves de la crisis de los misiles. Fueron formalmente canceladas el 30 de octubre, unos días después del acuerdo entre Kruschev y Kennedy, mas aún así continuaron . El 8 de noviembre, "un comando secreto de sabotaje formado por cubanos pero enviado por EEUU logró volar una instalación industrial en Cuba", matando a 400 trabajadores, según el gobierno cubano. Raymond Garthoff relata que "para la Unión Soviética ese ataque solamente podía significar que se estaba dando marcha atrás a la cuestión que para ellos era la más importante: la promesa de EEUU de no agredir a Cuba." Dichas acciones, concluye, denotan una vez más que "el riesgo y peligro entre ambos bandos pudiera exacerbarse, sin excluir una catástrofe".

Tras la crisis, Kennedy renovó la campaña de terrorismo. Diez días antes de su asesinato, aprobó un programa de la CIA de "operaciones de destrucción" a cargo de fuerzas aliadas de EEUU, "contra una importante refinería petrolera, instalaciones de almacenaje, una importante planta eléctrica, refinerías azucareras, puentes de ferrocarril, estructuras portuarias, y destrucción submarina de muelles y navíos". El día del asesinato de Kennedy se propuso un plan para matar a Castro. Ese plan se suspendió en 1965, pero una de las primeras órdenes que dio Nixon al tomar el poder en 1969 fue indicar a la CIA que se incrementaran las acciones clandestinas contra Cuba".

Resulta de peculiar interés la sagacidad de los intrigantes. Al revisar los documentos recién divulgados sobre el período del terrorismo bajo Kennedy, Domínguez observa que "en tan solo una ocasión durante casi mil de páginas de documentación, un funcionario estadunidense muestra algo parecido a una leve objeción moral respecto al terrorismo subsidiado por EEUU": un empleado del NSC sugiere que Rusia pudiera reaccionar de alguna manera y que los ataques "indiscriminados en contra de inocentes... pudieran ocasionar mala prensa en países amigos". Una postura similar prevalece durante las discusiones privadas, como demuestra Robert Kennedy al advertir que una invasión frontal resultaría en "la muerte de una terrible cantidad de gente, y se nos condenaría por ello".

Los actos terroristas continuaron durante el mandato de Nixon, alcanzando un punto crítico a mediados de los setentas: hubo ataques a botes de pesca, embajadas, agencias cubanas en el exterior, así como el bombardeo de una aeronave de Cubana de Aviación, matando a los setenta y tres pasajeros. Tanto éstas como subsiguientes operaciones terroristas, fueron llevadas a cabo desde territorio estadunidense; aunque en ese entonces se consideraban actos criminales por el FBI.

Y así siguieron las cosas; ciertas editoriales acusaban a Castro de tener "un campamento armado, a pesar del pacto de no agresión de 1962 firmado con Washington." La promesa debería haber bastado, a pesar de lo que al final sucedió; sin mencionar las promesas anteriores, ya para entonces bien documentadas, así como información sobre lo que se podia esperar: v.g., el "momento Lodge", en julio de 1960.

En el 30 aniversario de la crisis de los misiles, Cuba denunció un ataque con ametralladoras contra un hotel turístico cubano-español; un grupo de Miami se hizo responsable. Las explosiones de 1997 en Cuba fueron rastreadas hasta Miami. Los atacantes eran criminales salvadoreños que actuaban bajo el mando de Luis Posada Carriles y eran financiados desde Miami. Posada, uno de los más infames terroristas internacionales, se había fugado de una cárcel venezolana donde estaba preso por la explosión de la aeronave de Cubana, asistido por Jorge Mas Canosa, un empresario de Miami quien dirigía la Fundación Nacional Cubano-Americana (CANF por sus siglas en inglés), un grupo exento de impuestos. Posada viajó de Venezuela a El Salvador, donde fue instalado en la base militar de Ilopango para organizar ataques terroristas contra Nicaragua bajo la dirección de Oliver North.

Posada ha detallado sus actividades terroristas, así como su financiamiento por parte de exiliados y la CANF en Miami, confiando que el FBI no lo investigaría. Él era veterano de Bahía de Cochinos, y sus siguientes maniobras durante los sesentas fueron supervisadas por la CIA. Cuando más tarde se incorporó a las filas de la inteligencia venezolana con ayuda de la CIA, logró reunirse con Orlando Bosch, un antiguo colega de la CIA a quien se le halló culpable en EEUU de la explosión de un carguero con destino a Cuba, y lo invitó a reunirse en Venezuela para organizar futuros ataques contra la isla. Un ex empleado de la CIA familiarizado con el ataque de Cubana identifica a Posada y a Bosch como los únicos sospechosos del atentado, el cual Bosch califica como "un legítimo acto de guerra". Bosch, considerado el autor intelectual del ataque a la aerolínea, ha sido responsable de otros treinta actos terroristas, según el FBI. Se le otorgó perdón presidencial en 1989 al comenzar el mandato de Bush I, tras fuerte presión por parte de Jeb Bush y otros dirigentes cubano estadunidenses del sur de Florida, ignorando al Departamento de Justicia, el cual había concluido que dicha decisión "ciertamente resulta en perjuicio del interés público de EEUU al otorgar asilo a Bosch, [dado que] la seguridad de esta nación se ve afectada en su capacidad de instar otras naciones a que nieguen recursos y albergue a terroristas".

Hostilidad económica

Las propuestas por parte de Cuba de cooperar y compartir información para prevenir ataques terroristas han sido rechazadas por Washington, aunque algunas ocasionaron reacciones. "Oficiales del FBI fueron a Cuba en 1998 a reunirse con sus homónimos cubanos, quienes entregaron [al FBI] expedientes de lo que consideraban una red de terroristas con base en Miami: la información había sido en parte reunida por cubanos que infiltraron grupos de exiliados". Tres meses después, el FBI arrestó a los cubanos que habían infiltrado el grupo terrorista en EEUU. Cinco de ellos recibieron largas sentencias en prisión.

El pretexto de la seguridad nacional perdió toda traza de credibilidad después del colapso de la Unión Soviética en 1991, pero no fue sino hasta 1998 que las agencias estadunidenses anunciaron formalmente que Cuba no constituía una amenaza para la seguridad de su país. Sin embargo la administración de Clinton insistió en que la capacidad militar de Cuba fuera minimizada hasta el punto de ser "insignificante," aunque no tenía forzosamente que desaparecer. A pesar de tal clasificación, la evaluación de los servicios de inteligencia eliminó el peligro identificado por el entonces embajador mexicano, que rechazó la intentona de JFK de organizar una acción colectiva en contra de Cuba por la sencilla razón de que "si declaramos públicamente que Cuba constituye amenaza contra nuestra seguridad, cuarenta millones de mexicanos se van a morir de la risa."

Sin embargo, debemos admitir que los misiles en Cuba eran un riesgo. Los hermanos Kennedy expresaron en discusiones privadas su preocupación por la presencia de misiles rusos en la isla, que pudiera obstruir la invasión de EEUU en Venezuela. Por tanto, lo de " Bahía de Cochinos fue una buena idea", concluyó JFK.

El gobierno de Bush I reaccionó a la desaparición del pretexto de la seguridad decretando un bloqueo mucho más austero, presionado por Clinton, quien había aventajado a Bush con la derecha en la campaña presidencial de 1992. La hostilidad económica arreció en 1996, causando furor aún entre los más fieles aliados de EEUU. El bloqueo fue también objeto de abundantes críticas internas ya que afectaba exportaciones e inversiones estadunidenses, únicas víctimas del bloqueo, ya que según la opinión pública, a los cubanos no les afecta. Las investigaciones efectuadas por especialistas estadunidenses contradicen lo anterior. En un detallado estudio elaborado por la American Association for World Health (AAWH) se determina que el bloqueo ha acarreado severas consecuencias para la salud y que solo debido al óptimo sistema de salud pública de Cuba se ha podido evitar una "catástrofe humanitaria"; esto, prácticamente, jamás se menciona en EEUU.

El bloqueo ha obstruido incluso alimentos y medicinas. En 1999 la administración de Clinton eliminó dichas sanciones a todos los países de la lista oficial de "naciones terroristas" menos a Cuba, merecedora de un singular castigo. Cabe mencionar que Cuba no es la única en su caso; después de que un huracán devastara las Antillas en agosto de 1980, el presidente Carter rechazó ofrecer auxilio a menos que se excluyera a la isla de Granada, como castigo a ciertas iniciativas no especificadas que llevara a cabo el gobierno reformista de Maurice Bishop. Cuando los países afectados rechazaron la exclusión de Granada, ya que no habían entendido el alcance real de la amenaza del mayor productor mundial de nuez moscada, Carter bloqueó la ayuda. Después de que otro huracán, golpeara de manera similar a Nicaragua en octubre de 1988, ocasionando hambruna y graves daños ecológicos, los gobernantes de Washington en turno vieron que su campaña terrorista pudiera beneficiarse del desastre negando ayuda incluso a países en la costa atlántica vinculados a EEUU y con clara animosidad en contra de los sandinistas. E hicieron lo mismo cuando, en septiembre de 1992, una marejada arrasó aldeas pesqueras nicaragüenses dejando cientos de muertos y desaparecidos. En esa ocasión se ofreció ayuda, pero, escondido entre los detalles, se hallaba el hecho de que aparte de un espléndido donativo de veinticinco mil dólares, el monto se deduciría de fondos de asistencia previamente establecidos. Aún así, se garantizó al congreso que la miserable ayuda no afectaría la suspensión de más de cien millones de dólares en ayudas al gobierno nicaragüense apoyado por EEUU, ya que éste aún no había logrado demostrar un nivel satisfactorio de sometimiento.

La hostilidad económica de EEUU contra Cuba ha sido condenada enérgicamente en la gran mayoría de los foros internacionales de importancia, siendo aún declarada ilegal por la Comisión Judicial de la normalmente sumisa Organización de Estados Americanos (OEA). La Unión Europea instó a la Organización Mundial de Comercio a que impugnara el bloqueo. La respuesta del gobierno de Clinton fue que "Europa ha desafiado 'tres décadas de política entre Cuba y EEUU que data desde el gobierno de Kennedy, e intenta forzar un cambio de gobierno en La Habana". Dicho gobierno asimismo declaró que la OMC no tiene capacidad de injerencia sobre los asuntos de seguridad nacional ni puede obligar a los EEUU a cambiar sus leyes. Washington entonces se retiró de las discusiones, dejando el asunto en un punto muerto.

Un auténtico desafío

Los motivos detrás de los ataques terroristas y del ilegal bloqueo económico a Cuba se encuentran delineados en el historial interno, y a nadie le debería sorprender descubrir que encajan en un patrón similar, por ejemplo, al de Guatemala unos años antes.

Desde el punto de vista cronológico resulta claro que el temor de un ataque ruso no pudo ser un factor decisivo. Los planes para forzar un cambio de régimen habían sido formulados e implementados mucho antes de que hubiera una conexión relevante con Rusia y, tras la retirada de ésta, el castigo se intensificó. Es cierto que la amenaza rusa sí llegó a existir, pero fue consecuencia, y no motivo, del terrorismo y la agresión económica por parte de EEUU.

En julio de 1961 la CIA anunció que "la amplia influencia del 'castrismo' no es una función del poderío cubano... la sombra de Castro se extiende debido a que las condiciones sociales y económicas a lo largo de Latinoamérica incitan a combatir la autoridad dominante e instigan a la rebelión con fines de cambio radical", para lo cual la Cuba de Castro marca la pauta. Anteriormente, Arthur Schlessinger había entregado su informe de la Misión Latinoamericana al presidente electo Kennedy, donde le advertía acerca de la susceptibilidad de los latinoamericanos a la "idea de Castro de ocuparse uno mismo de sus asuntos". El informe identificó cierta conexión con el Kremlin: la Unión Soviética "ronda entre bastidores, suministrando cuantiosos préstamos para infraestructura y presentándose como modelo para lograr modernizarse en una sola generación". El peligro de la "idea de Castro" es particularmente grave, según Schlessinger, cuando "la distribución de tierras y otros bienes del patrimonio nacional favorecen a las clases acaudaladas" y "los pobres y los marginados, movidos por el ejemplo de la revolución cubana, exigen entonces oportunidades para llevar una vida digna". Kennedy temía que el apoyo de Rusia pudiera presentar a Cuba como un "modelo" de desarrollo, dando a los soviéticos ventaja a lo largo y ancho de Latinoamérica. A principios de 1964, el Consejo de Planificación Política del Departamento de Estado extendió también estas preocupaciones: "el principal peligro que Castro representa radica... en el impacto que la sencilla existencia de su régimen ha tenido sobre los movimientos de izquierda en los países latinoamericanos... La simple realidad es que Castro representa un auténtico desafío a los EEUU, una contradicción a nuestra política en el hemisferio por más de un siglo y medio". En pocas palabras, escribe Thomas Patterson, "Cuba, ya sea en realidad, o simbólicamente, desafió la hegemonía estadunidense en Latinoamérica". El terrorismo internacional, y la hostilidad económica con fines de forzar un cambio de régimen, se justifican, no por lo que Cuba hace, sino por su "mera existencia", su "auténtico desafío" ante el legítimo dueño del hemisferio. Tal desafío pudiese justificar acciones aún más violentas como en Serbia, tal y como fue reconocido, o como también se ha visto en Irak cuando los pretextos se agotaron.

La indignación ante el desafío es común en la historia de EEUU. Hace doscientos años, Thomas Jefferson recriminó duramente a Francia por su "actitud desafiante" al retener a Nueva Orleáns, la cual él codiciaba. Jefferson advirtió que "el comportamiento de Francia [se encuentra] en un estado de perpetua fricción con el nuestro; nosotros, más que amantes de la paz y el afán de crecimiento, somos de nobles ideales". El "desafío de Francia nos obliga a unir fuerzas con la armada y la nación británica", advirtió Jefferson, abandonando sus anteriores convicciones que reconocían la crucial contribución de Francia durante la emancipación de las colonias del dominio británico. Debido a la lucha de liberación de Haití, aislada y ampliamente antagonizada, la desafiante Francia pronto capituló, pero las directrices permanecen vigentes distinguiendo entre amigos y enemigos.

(Nótese que el presente pasaje, páginas 80-90, está profusamente anotado en Hegemony or survival. La discusión de Chomsky respecto a la crisis de los misiles cubanos en sí se puede encontrar en otra parte, en el mismo capítulo del libro.)

Aparte de Hegemony or survival, America's quest for global dominance (The American Empire Project, Metropolitan Books), Noam Chomsky es autor de numerosos libros de lingüística y política exterior estadounidense.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me cago en Chomsky, en Dussell, y en todos los izquierdistas paranóicos leninistas...